EL DISEÑO DE DIOS (8)

“Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día” (Salmo 25:4, 5).
 
Lectura: Salmo 25:8-10.
 
Ayer dijimos que podemos dividir nuestra vida en estas categorías: matrimonio, familia, amigos, salud, dinero, carrera, ambiente físico, diversión, ministerio, relación con Dios. Si un área va mal, influye en todas. Por ejemplo, la salud. Si no dedicas la atención necesaria al cuidado de tu salud, influye en la carrera, el dinero, las relaciones familiares, las amistades, el ministerio, etc. Lo mismo se puede decir de la relación con Dios y del uso de nuestro dinero. Todas estas áreas están interrelacionadas. En cuanto a tu vida en particular, ¿cómo pierdes el equilibrio? Por ejemplo, puede ser que pases demasiado tiempo con los medios de comunicación, o con el móvil, o con Facebook, o con un pasatiempo favorito tuyo, o con el televisor, o con una amistad que no conviene. ¿Qué áreas están desproporcionadas? ¿Qué has de hacer para rectificar?
 
Dinero   
La actitud cristiana hacia el dinero es claramente resumida en este texto: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” (Heb. 13:5). La confianza del creyente está puesta en Dios, no en el dinero. Nuestra prioridad es el reino de Dios, no nuestra comodidad económica. El Señor Jesús dijo: “Porque los gentiles (los mundanos) buscan todas estas cosas (materiales). Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat. 6:33). Para ir bien en nuestra vida espiritual, el dinero tiene que estar en su lugar correcto. Vamos a mirar unos cuantos versículos de Proverbios sobre el tema: “No te afanes por hacerte rico; sé prudente, y desiste” (23:4). Pero tampoco vayas al otro extremo: “Un poco de sueño, cabeceando otro poco, poniendo mano sobre mano otro poco para dormir; así vendrá como caminante tu necesidad, y tu pobreza como hombre armado” (24:33-34). “De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro” (22:1). “No seas de aquellos que se comprometen, ni de los que salen por fiadores de deudas. Si no tuvieres para pagar, ¿por qué han de quitar tu cama de debajo de ti?” (22:26-27). No salir en fiador de nadie.  Atiende a las necesidades económicas de tus padres: “El que roba a su padre o a su madre, y dice que no es maldad, compañero es del hombre destruidor” (28:24).
 
El Señor Jesús contó la parábola de los tres siervos (Mat. 25:14-30). Su señor les entregó una cantidad de dinero a cada uno para que lo invirtiesen en beneficio de sus negocios y después pidió cuentas a cada uno. En el día final el Señor nos juzgará por lo que hemos hecho con lo suyo. ¿Hemos usado nuestro dinero para adelantar su reino? ¿Gastamos dinero en caprichos, o bien para nosotros, o bien para nuestros hijos? ¿Compramos cosas que no necesitamos? ¿Hemos enseñado a nuestros hijos a administrar su dinero para Dios? ¿Ponen su ofrenda en la colecta? El dinero fuera de su lugar correcto hace estragos a nuestra vida espiritual y a nuestro testimonio.

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