EL DISEÑO DE DIOS (7)

“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos” (Efesios 5:15-17).
 
Lectura: Ef. 5:17-22; 6:1-8.  
 
¿Cómo podemos conseguir todo lo que pretende Dios de nosotras?
 
Para ello necesitamos disciplina en cuatro áreas de nuestra vida práctica: en el uso de nuestro tiempo, en la administración de nuestro dinero, en el área de la diversión y en la comida. Sin disciplina en estas cuatro cosas, no llegamos a ninguna parte en la vida cristiana. Por parte de Dios, necesitamos la plenitud del Espíritu Santo, y, por parte nuestra, una disciplina acérrima. La mujer que siempre llega tarde, que no cumple con sus responsabilidades, que gasta su dinero caprichosamente, que se divierte más de la cuenta y come todo lo que le apetece, ya está atrapada en las redes de este mundo, y ¿cómo puede criar a sus hijos en la disciplina del Señor? 
 
El uso de nuestro tiempo.
Para usarlo bien como ya hemos dicho, necesitamos estar llenas del Espíritu Santo. El Señor es nuestro ejemplo en esto también. Iba a tener tan solo tres años de ministerio público. Lo que hacía con su tiempo era crucial. Había muchas cosas buenas que podía haber hecho. Podría haber ido a la India y sanado a todos los enfermos, o, podría haber escrito unos libros. Pero no hizo ninguna de estas cosas. Su primera prioridad era la formación de doce hombres; ellos evangelizarían el mundo y escribirían libros. Tomás iría a la India, y Mateo, Pedro (dictando a Juan Marcos) y Juan escribirían evangelios. Pablo formalizaría la doctrina cristiana, pero todavía no estaba en el horizonte. La secunda prioridad de Jesús, en cuanto al uso de su tiempo en el ministerio era enseñar a las multitudes. Y la tercera era la sanidad de enfermos. Si hubiese dedicado su tiempo solo a la sanidad de enfermos, volvería al cielo sin haber formado a nadie para continuar con la obra.
 
¿A quiénes estás discipulando tú? Para la mujer la respuesta es fácil: a sus hijos. Como el Señor Jesús con los Doce, la madre lleva consigo a sus hijos, los enseña por el camino, sobre la marcha, por medio de su ejemplo, por sus instrucciones, por sus correcciones, por el ánimo que les da, por darles responsabilidades, por trabajar a su lado y ayudarles en lo que les ha mandado hacer. Está formando sus caracteres, buenos hábitos de trabajo, disciplina al hacer lo que no apetece, diligencia, y determinación a terminar lo que han empezado, como lo hace Dios.  
 
¿A qué más dedicamos nuestro tiempo? A nuestro matrimonio, a las amistades, al cuidado de nuestra salud, a la carrera, a las tareas de la casa para embellecer nuestro ambiente físico, a la diversión, al ministerio y a nuestra relación con Dios. Necesitamos proporcionar el tiempo correcto a cada área. Hay que conseguir un equilibrio. ¿A qué cosas dedico demasiado tiempo, y a qué cosas dedico demasiado poco tiempo? ¿Qué tengo que hacer para crecer? ¿Cuáles son mis prioridades?  Pensemos en ello.

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