EL DISEÑO DE DIOS (14)

 “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13:34).
 
Lectura: Juan 13:35.
 
Nuestra relación con los demás creyentes.
El concepto de Dios de un reino de justicia es un reino en que los ciudadanos se relacionan entre sí con amor. Esto significa con consideración, con paciencia, bondad, respeto, simpatía, compasión, y con el verdadero deseo del bien del otro. Desde el adviento de los medios modernos de comunicación hay mucha menos comunicación verdadera. Un mensaje de WhatsApp de diez palabras no es ningún sustituto de una conversación telefónica. Un cromo con un versículo bonito enviado por móvil no es ningún sustituto de una visita personal. Una reunión de Zoom no es lo mismo que una reunión presencial. Si vamos a tener relaciones entrañables con los hermanos, tenemos que desplazarnos e invertir tiempo en ellos. Hemos de escucharnos, orar juntos, compartir cargas, e interesarnos por lo que le pase al hermano. Un creyente solitario es una anomalía. Hemos de estar juntos para amonestarnos mutuamente, enseñarnos, consolarnos, compartir los unos con los otros, ayudarnos, servirnos, edificarnos, y animarnos los unos a los otros y orar juntos.
 
La iglesia es el lugar donde formar verdaderas amistades: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano” (Prov. 18:24). “No dejes a tu amigo, ni al amigo de tu padre; no vayas a la casa de tu hermano en el día de tu aflicción. Mejor es el vecino cerca que el hermano lejos” (Prov. 27:10). Es muy importante ayudar a nuestros hijos a formar amistades cristianas con otros niños de la iglesia para que no busquen amistades con niños del mundo y sean llevados a su terreno en el día de mañana.
 
Dios nos ha dado dones para servir a los hermanos. Por medio de las relaciones nos sostenemos los unos a los otros, y así se ve que el Señor está con nosotros. Esta clase de relaciones muestra la veracidad del evangelio. De la iglesia primitiva la Biblia dice: “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.  Perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia a los que habían de ser salvos” (Hechos 2:44-47). A partir del COVID hay menos solidaridad en nuestra sociedad que antes. Hay gente con miedo a salir de sus casas por temor al contagio. Esta es una buena oportunidad para que la iglesia muestre verdaderas relaciones de amistad con los hermanos a un mundo que necesita relación y está muy solo. El apóstol dice que vivamos “con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”, y “sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Ef. 4:2-4, 32). Así se producen las relaciones entrañables.

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