“No tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir” (Heb. 13:14).
Lectura: Heb. 13:1-7.
Continuamos hablando de nuestra relación con la Iglesia. Cada iglesia local viva es parte del reino de Dios. Formar parte de ella implica mucho más que asistir cultos. Es relacionarse con los demás miembros. Es convivir con ellos, compartir la vida con ellos, ayudarse mutuamente, divertirse juntos y aprender juntos. Las Escrituras enseñan: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso” (Heb. 13:17). “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Heb. 10:25). Zoom es un pobre sucedáneo de reuniones presenciales en las cuales puedes conocer a gente nueva y compartir cosas personales con los amigos.
Dentro de la iglesia los roles están definidos por las Escrituras y estas van de acuerdo con la mentalidad del reino de Dios, no con la de nuestra sociedad. En cuanto a la mujer el apóstol Pablo, a quien Dios otorgó la autoridad de definir la doctrina y el funcionamiento de la iglesia para todos los tiempos hasta que Cristo vuelva, ordena: “No permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” (1 Tim. 2:12). Su argumento no está basado en la cultura de su día, sino en el orden de Dios desde la Creación, y en la sicología del hombre y la mujer desde la creación: “Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Tim. 2:13, 14). El ámbito en que la mujer trabaja su salvación es la crianza de sus hijos: “Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia” (2:15). El ámbito donde el hombre desarrolla su salvación es en su trabajo. Cada uno tiene su designada esfera de trabajo particular, aunque también colabore con el otro en el suyo. Para tener una idea mucho más amplia de los distintos roles en otras áreas, tenemos Proverbios 31 donde vemos que, lejos de ser menospreciada, la mujer tiene un amplio espectro de posibilidades en las que puede emplear sus habilidades y capacidades.
Volviendo a nuestro tema que es la iglesia, vemos que el liderazgo suyo queda en manos del varón: “Es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción, con toda honestidad, pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (1 Tim. 3:2-5). Dios ha dado mucha responsabilidad al hombre, y exige que lo desempeñe bien, tanto en su casa, como en la iglesia. Si no es capaz de gobernar correctamente a su familia con sabiduría y amor, no es apto para gobernar a la iglesia. Ha de ejercer su liderazgo con delicadeza y consideración: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, como a coherederas de la gracia de la vida” (1 Pedro 3:7), como Cristo con su Iglesia. El hombre que tiene feliz a su mujer y bien educados a sus hijos es el hombre que Dios usará para gobernar su iglesia.
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