“He acabado la carrera… Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día” (2 Tim. 4:7, 8).
Lectura: 2 Tim. 4:6-8.
Pablo se esforzó por acabar lo que el Señor le encomendó que hiciese: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24). Perseveró, y años más tarde pudo decir con gozo: “He acabado la carrera” (2 Tim. 4:7).
Si Pablo hubiese terminado la carrera y no hubiese un comprobante, no tendría nada para verificarlo, pero a continuación el Señor le da la corona que es el comprobante y el premio a la vez. No es una corona de oro con joyas preciosas, sino una corona de laureles como las que recibían los atletas que competían en las olimpiadas. La corona es el reconocimiento oficial de parte del Señor mismo de que Pablo había acabado la carrera.
Si Pablo no la hubiese acabado, no habría recibido la corona. A lo largo de las Escrituras es enfatizado la necesidad de acabar, de terminar lo que hemos empezado. El Señor Jesús enseñó que es necesario terminar lo que hemos empezado, calculando bien de entrada el precio que hemos de pagar para hacerlo: “Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar” (Lucas 14:28-30). Los demás están mirando a ver si somos capaces de acabar lo que hemos empezado y nos pierden el respeto si no.
Dios acaba lo que empieza: “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo” (Gen. 2:1, 2). Terminará la obra que empezó en nosotros también: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1: 6). “Jehová cumplirá su propósito en mí” (Salmo 138:8).
El Señor Jesús acabó su obra. Durante su ministerio dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34). Antes de morir lo dijo en oración: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (Juan 17:4). Desde la cruz lo anunció que estaba hecha: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es” (Juan 19:30).
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