“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24).
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu” (Romanos 8:9).
Lectura: Mateo 7:24, 25 y Romanos 8:9-13.
El Señor Jesús y el apóstol Pablo hablan de cómo ha de vivir el creyente: en obediencia a la Palabra, y en el Espíritu. El Espíritu y la Palabra siempre van juntos en las Escrituras. La Palabra sin el Espíritu es legalismo, y el Espíritu sin la Palabra es misticismo. La Palabra es sólida, un buen fundamento para la vida. El Espíritu es como el viento, es el aire que respiramos; sin él nos asfixiamos. El Espíritu respira vida a la Palabra y nos da la fuerza para obedecerla. La Palabra da voz al Espíritu para que comprendamos sus directrices. Oímos la voz del Espíritu con los oídos de nuestro corazón. Las enseñanzas de Jesús son sólidas y concretas como una roca. “No juzguéis”. Esto es concreto. Se entiende bien. Pero, para cumplirlo, a la hora de la tentación, esto ya es más difícil. Este es el ámbito del Espíritu. Necesitamos oírlo en nuestro corazón. Necesitamos que se active nuestra conciencia y nuestra voluntad. Necesitamos el poder para poner en práctica la enseñanza de la Palabra. Todo esto procede del Espíritu.
Entonces, para ser muy prácticos, tenemos que mantenernos llenos de la Palabra y llenos del Espíritu. “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Col. 3:16). “Sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef. 5:18-20). ¡Notemos que el resultado de ser llenos de la Palabra es el mismo que el de ser llenos del Espíritu! Terminamos cantando y dando gracias a Dios y haciendo lo que tenemos que hacer. La lista de los quehaceres es más larga en Efesios (5:21-6:18), incluyendo la vida en el hogar, en el trabajo, y la vida de oración, pero todo es el resultado de la operación de la Palabra y el Espíritu en nuestras vidas.
Así que, ¿qué tenemos que hacer? Leer la Palabra en casa, escucharla por el móvil, ir a la Iglesia para escucharla expuesta, meditar en ella, y pensar en cómo tenemos que aplicarla y comentarla con los hermanos. También hemos de orar y confesar nuestros pecados para no ofender al Espíritu. Hemos de cultivar un oído para oír su voz, y ser obedientes, tanto a Él, como a la Palabra. Así es como se vive la vida cristiana. ¡Y terminaremos cantando!
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