“No sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).
Lectura: Mateo 26:36-44.
El Señor Jesús mismo tuvo que luchar en oración para finalmente aceptar la voluntad del Padre para Él, aunque siempre la había querido hacer. Con doce años había decidido estar por los intereses de su Padre, pero a la hora de la verdad, siempre es una lucha aceptar lo que ya sabíamos que nos va a tocar. En principio nos hemos rendido al Señor, pero con cada cosa nueva que se presenta, lo hemos de ratificar. Jacob sabía que tenía que encontrarse con su hermano desde que salió de la casa de Labán. Iba para allá con cada paso que tomaba, pero la noche anterior al encuentro la pasó en lucha con Dios. Fue un Jacob quebrantado que salió al encuentro de Esaú al romper el alba. Rendimos una voluntad ya rendida al Señor con cada recoveco del camino.
Tu camino, no el mío, oh Señor,
¡Aunque sea muy sombrío!
Condúceme por tu misma mano,
Escoge tú mi sendero.
Ya sea plano o accidentado,
Siempre será lo mejor;
Sinuoso o derecho, conducirá
Directo a tu descanso.
No me atrevo a escoger mi suerte;
Ni lo haría si pudiese:
Escoge Tú por mí, mi Dios,
Y así caminaré acertadamente.
Toma Tú mi copa, y llénala
Con gozo o con tristeza
Como mejor te parezca;
Escoge Tú mi bien y mi mal.
Escoge, Señor, mis amigos para mí,
Mi salud o mi enfermedad;
Escoge Tú mis problemas,
Mi pobreza o mi riqueza.
No es mía, no es mía la elección
En cosas grandes o en cosas pequeñas,
Sé Tú mi Guía, mi Fortaleza,
Mi Sabiduría, y mi Todo.
Horatius Bonar, 1808-89
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