“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” (Juan 9:1, 2).
Lectura: Juan 9:3-12.
¿Por qué nació ciego este hombre? Esta es una pregunta que todavía se hace. La gente incrédula acusa a Dios de injusticia: “No creo en un Dios que permite que un bebé nazca ciego”. ¿Cómo puede un Dios justo permitir que los inocentes sufran? Para no acusar a Dios, los discípulos suponen que este hombre nació ciego por el pecado de sus padres, o porque Dios sabía que él iba a pecar, y, por tanto, lo castigó con la ceguera al nacer. Los fariseos echan la culpa a la víctima: “Le dijeron: Tú naciste del todo en pecado” (9:34). ¡Ellos lo tienen claro que tanto Jesús como el hombre son pecadores!: “Entonces (los fariseos) volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre (Jesús) es pecador” (9: 24). El hombre nacido ciego no tiene nada claro. Dijo a los fariseos: “Si él (Jesús) es pecador no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo” (9:25). Pero al pensar un poco más dice: “Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye. Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer” (9:31-33).
Cuanto más piensa, tanto más cree en Jesús. Saca la conclusión de que Jesús tiene que haber venido de Dios. Los fariseos habían dicho: “Respecto a ése (Jesús), no sabemos de dónde sea”. Así que, el hombre que había sido ciego les informa que Jesús ha venido de Dios. La evidencia delante de sus ojos le ha llegado a esta conclusión. Los fariseos, por tanto, lo expulsaron de la sinagoga. El hombre que había sido ciego llegó muy lejos analizando la evidencia y razonando. Está siendo consecuente y pagando el precio por ello, pero necesita un poco más de luz. Ahora está preparado para saber quién es Jesús. “Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y le dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le contestó: Pues, le has visto, y el que habla contigo, él es” Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró” (9:35-38). Para ver a Jesús, Jesús tuvo que abrirle los ojos, no ya los ojos físicos, sino los espirituales. Ahora, viendo con claridad, lo adoró.
La conclusión es la que saca Jesús: Los pecadores son los que pretenden ver, pero no ven, porque no quieren ver. “Jesús dijo a los fariseos que estaban con él: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado, mas ahora, porque decís: vemos, vuestro pecado permanece”. Los que tienen suficiente luz para creer, pero no creen, son los pecadores. En esta categoría son los padres de él que era ciego. Ellos han visto el milagro, pero no creen en Jesús, porque no quieren pagar el precio. No quieren ser expulsados del templo. Pero al final, son los verdaderos ciegos, su pecado permanece, y está en peligro de ser expulsados del cielo.
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