“Él provee de sana sabiduría a los rectos; es escudo a los que caminan rectamente y preserva el camino de sus santos” (Prov. 2:7, 8).
Lectura: Prov. 2:3-8.
En este proverbio tenemos el fundamento de una vida sana. Empieza por buscar la sabiduría de Dios. Es una búsqueda como la que emplea el minero que busca oro. Tiene que cavar, trabajar duro e insistir: “Clama por inteligencia y pide entendimiento. Búscalos como si fueran plata, como si fueran tesoros escondidos” (2:3, 4). Esta no es la inteligencia con que nacemos, sino una inteligencia que viene de Dios: “¡Pues el Señor concede sabiduría! De su boca provienen el saber y el entendimiento” (2:6).
Dios, por medio de esta sabiduría, aporta mucho bien a nuestra vida: “Reserva la victoria para los rectos, sirve de escudo para los que caminan en integridad. Él guarda el curso de los justos y protege el camino de sus fieles” (2:7, 8, NIV inglesa, vertido al castellano). Dios provee victoria, protección, dirección y dirige el curso de la vida de los suyos. Ellos son llamados íntegros, sin culpa, justos, y fieles en este pasaje. Su vida es una vida de rectitud procedente de la sabiduría de Dios que informa nuestros pasos. Hemos de volver vez tras vez a este pasaje maravilloso. Si buscamos la sabiduría de Dios la encontramos, y una vez encontrada, nos señala el camino de la vida que hemos de vivir y nos guarda y protege en él para que no nos desviemos.
Cuando tenemos grandes dudas acerca del curso de nuestra vida, cuando sentimos inseguridad en cuanto a las decisiones que hemos tomado, cuando nos sentimos culpables por habernos desviado de la voluntad de Dios, este pasaje nos da estabilidad en la dirección de Dios de nuestra vida, dirección que va más allá de nuestras limitaciones y debilidades. El enemigo nos confunde y creemos que hemos perdido el camino y nos sentimos culpables, pero este pasaje nos asegura que este, sí, es el camino, aunque de momento no lo parezca. Cuando el enemigo nos acusa por decisiones tomadas en el pasado sin Dios y sin buscar su voluntad, pero confesadas y perdonadas, Dios nos dará la sabiduría para continuar desde donde estamos ahora para beneficiarnos de las promesas de esta porción de las Escrituras. No está todo perdido. Tenemos al Señor y con su sabiduría podemos salir del embrollo que sea por su gracia y por nuestra obediencia ahora. Así que, volvamos a Él cuando haga falta. Es como un flotador en un mar tempestuoso para nadar hasta el faro y estar seguros.
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