“Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel” (Lucas 2:29-32).
Lectura: Lucas 2:21-28.
Una última alabanza y expresión de gratitud al Señor no debe faltar al finalizar el día. Un día que empezó con buenas intenciones, y que ha transcurrido en medio de experiencias variadas, sella su final mirando al mismo Dios con que comenzó.
El bien amado himno que John Newton compuso para conmemorar el comienzo del día del Señor contiene esta línea memorable: “Día de toda la semana el mejor, emblema del descanso eterno”. Puesto que el himno entero lo he compartido en otro devocional, cito este otro himno que es apto para terminar el día especialmente consagrado a Dios:
Salvador, nuevamente a tu amado Nombre
levantamos unánimes nuestro último himno de alabanza;
Una vez más te bendecimos antes de finalizar nuestra adoración,
entonces, postrados, esperamos tu despedida de paz.
Concédenos tu paz en nuestro camino a casa;
contigo empezamos y contigo terminaremos el día;
Guarda de pecado los labios, los corazones de vergüenza,
de los que en esta casa han invocado tu Nombre.
Concédenos tu paz, Señor, a lo largo de la próxima noche,
convierte para nosotros su oscuridad en luz;
De daño y de peligro guarda a tus hijos,
pues la oscuridad y la luz son los dos iguales para Ti.
Concédenos tu paz, a lo largo de nuestra vida terrenal,
nuestro bálsamo en tristeza, nuestra ancla en conflicto;
Entonces, cuando tu voz mandará cesar nuestro conflicto,
llámanos, oh Señor, a tu paz eterna. Amén.
John Ellerton, 1826-93
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