“Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo. El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio” (Marcos 1:14, 15).
Lectura: Marcos 1:9-15.
¿A la luz de todo lo que hemos visto en esta serie sobre el reino de Dios, ¿qué elementos tenemos que incluir en nuestra presentación del evangelio?
Hay mucha gente descontenta con la sociedad actual en que vivimos. Aprovechémoslo para ofrecerles una sociedad alternativa, a saber, el reino de Dios[1]. Los judíos creían que ya formaban parte del reino de Dios por ser judíos, pero no se entra por nacimiento físico, por ser descendientes físicos de Abraham (Mat. 3:9), o por ser de un país cristiano, o por ser buena gente, o por tener padres creyentes, sino por nacimiento espiritual (Juan 3:3). Para que esto ocurra hay que arrepentirse. ¿De qué? En nuestra ignorancia hemos vivido injustamente, sin amar a Dios sobre todas las cosas, ni al prójimo como a nosotros mismos. Esto es lo que Dios exige del ser humano. Hemos ofendido a Dios por el incumplimiento de su ley, hemos incurrido su ira, y estamos justamente condenados. ¿Ahora qué?
La salvación viene por creer que Jesús hizo lo que Dios exige por mí. Él vivió una vida perfecta, haciendo el bien, fue crucificado siendo inocente, identificándose con nosotros, llevando nuestro pecado como el Cordero de Dios. Fue sacrificado para quitar mi pecado; resucitó para mi justificación, y ascendió al Cielo donde intercede por mí y desde donde volverá para reinar. Si uno cree esto, se bautiza, pero no antes de contar el coste. La salvación es gratis, pero el coste para seguir a Jesús es total. Si la persona está dispuesta a pagar el alto precio de seguir a Jesús como su Maestro, Señor, Mentor, Jefe y Modelo, y formar parte de su reino de gente arrepentida, renovada y comprometida, y de vivir según la ética y mentalidad, propósito y manera de vida del reino, se bautiza.
Una vez bautizada, lo que hacía la iglesia primitiva, era imponer las manos sobre el nuevo creyente y pedir a Dios que le enviase el Espíritu Santo, y esta persona (si su fe ha sido auténtica y Dios ha hecho la obra) nace de nuevo para formar parte de una iglesia que está funcionando como comunidad del reino, donde la van a discipular y enseñar cómo vivir la vida en el Espíritu. Allí usará sus dones para servir a la comunidad y evangelizar para extender el reino. Lo que puede esperar son pruebas para verificar que realmente es convertida, para que su fe crezca y para que lleve fruto, y cada vez más fruto, mientras espera la venida de Cristo del Cielo.
Esto es más o menos lo básico del ingreso y la vida en el reino.
[1] John Stott ha escrito un libro al respecto llamado: “Christian Counter Culture” (Cultura alternativa).
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