EL EVANGELIO DEL REINO (5)

“Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él” (Lucas 7:28).
 
Lectura: Lucas 7:24-30.
 
Jesús honraba a Juan como el mayor de los profetas. Era difícil para Juan encajar su comprensión del reino de Dios con lo que Dios le estaba revelando por medio de Jesús, y lo comprendemos, porque una vez que nosotros pensamos que comprendemos algo, nos cuesta amoldar nuestro pensamiento para recibir más enseñanza sobre aquel punto. La profecía del Antiguo Testamento es muy compleja, y si a Juan el Bautista le costó, ¡cuánto más a nosotros que no llegamos a la suela de su zapato! Nunca debemos ser dogmáticos y pensar que ya somos dueños de toda la verdad, sino mantenernos abiertos a recibir cada vez más luz de la Palabra de Dios. La revelación de Dios es completa, ¡pero no lo es nuestra comprensión de ella! Y cuando añadimos a esto todo lo que Dios no ha revelado, ¡cuánto nos queda por saber!
 
Por medio del Señor Jesús entendemos que hay dos venidas suyas, dos vidas, esta y la venidera, y dos grandes bloques del tiempo: “este presente siglo malo”, y “el siglo venidero”, cosas que los santos del Antiguo Testamento no entendieron con claridad. Este siglo es el tiempo en que prevalece el pecado, la existencia del mal y la rebeldía contra Dios; el siglo venidero verá sumisión perfecta a la voluntad de Dios, el perfecto establecimiento del gobierno de Dios en el mundo y la eliminación de todo pecado, maldad, y rebeldía. El Nuevo Testamento interpreta la maldad de este siglo en términos de poder satánico y demoníaco. Satán es el dios de este mundo: “Si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio” (2 Cor. 4:4). Dios, en su sabiduría, ha permitido que Satanás ejerza gran poder en los asuntos humanos (Mat. 4:8, 9). Satanás es un espíritu hostil a Dios y hace todo lo que está a su alcance para frustrar los planes de Dios. Desde un punto de vista, todo el Nuevo Testamento se puede entender como un gran conflicto entre Dios y Satanás, entre los poderes de la luz y la oscuridad. Los últimos enemigos de Dios no son los hombres pecaminosos, o las naciones paganas, sino los poderes maléficos. Puesto que este conflicto tiene que ver con el destino de individuos y con la historia humana en general, este conflicto se libra en el terreno de este mundo, y en la historia humana.
 
Una de las presuposiciones fundamentales de la Biblia es que hay un mundo real espiritual del bien y del mal que influye en, y condiciona, la existencia humana y el destino.  La maldad no es solamente la ignorancia humana o el fracaso o el error, ni lo es la suerte ciega, o la casualidad irracional. Tiene sus raíces en la personalidad, y es mayor y más fuerte que el hombre. Es el propósito de Dios de finalmente conquistar y destruir estos poderes maléficos y librar a la gente de su esclavitud, cosa que solamente ocurrirá en el siglo venidero que verá el reino de Dios en su plenitud. La segunda venida de Jesús inaugurará el siglo venidero: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo, porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos” (Apoc. 12:10). El reino de Dios se manifiesta ahora en este presente siglo malo, pero en su plenitud en el siglo venidero cuando Cristo vuelva para eliminar toda maldad para siempre.    

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