LOS CINCUENTA DÍAS (4)

“Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos” (Juan 21:15).
 
Lectura: Juan 21:15-19.
 
Volvemos a esta aparición del Señor Jesús en la playa con Pedro. Jesús iba a volver al cielo. No había plantado ninguna iglesia. Iba a dejar a Pedro como responsable de la iglesia en Jerusalén, encargado del ministerio entre los judíos, e iba a encargar a Pablo el ministerio a los gentiles y la formalización doctrinal de la fe cristiana. Primero tuvo que restaurar a Pedro y dentro de poco, ya desde el cielo, llamaría a Pablo.
 
El Señor ya se había aparecido a Pedro, pero aún no había tenido una conversación personal con él para ahondar en la obra que hizo en él cuando se arrepintió después de negarlo tres veces. Jesús le había advertido que lo iba a negar, pero Pedro había insistido en que no (Mat. 26:33-35). Y tres veces el Señor le había dicho que orase y velase para no entrar en tentación, pero Pedro se había dormido. Cayó en la tentación y negó a Jesús tres veces y tres veces el Señor le dio la oportunidad de reafirmar su amor por Él. Pedro había insistido en que sería fiel a Jesús, aunque los demás no lo fueran, dando a entender que él le amaba más que los otros discípulos. Después de fracasar, Jesús le pregunta si él es el que más lo ama, pero Pedro no contesta a esta pregunta. Había quedado patente que su amor era pobre. Por fin Pedro estaba libre de su tremendo orgullo. Iba a ser un Pedro humilde el resto de su vida.  
 
Humilde y amando al Señor, consciente de su debilidad, Pedro ya está en condiciones de servir al Señor. Jesús mostró su perdón al encomendarle el ministerio de pastorear a su rebaño. ¡Va a dejar a sus ovejas en manos de Pedro! Jesús estará en el cielo edificando su iglesia y Pedro estará en la tierra ocupando el lugar de pastor visible bajo la autoridad del “Gran pastor de las ovejas”. Pedro siempre había tenido el papel de líder, pero ahora iba a ser un líder humilde, al servicio de la grey del Señor.
 
Pedro dijo que no conocía a Jesús cuando se calentaba al fuego de los enemigos de Jesús, pero terminaría dando su vida por Él. El Señor le advirtió del martirio que le esperaba: “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e iba a donde querías, mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios” (21:18, 19). Pedro lo entendió y esta vez fue fiel hasta la muerte. Tenía su muerte muy presente al escribir su última epístola: “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente. Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas” (2 Pedro 1:10-15). ¡Muy bien, Pedro! Tomamos a pecho tu advertencia.