“Cuando la sabiduría entrare en tu corazón, y la ciencia fuere grata a tu alma, la discreción te guardará; te preservará la inteligencia …” (Proverbios 2:10, 11).
Lectura: Prov. 2: 10-19.
Este capítulo es toda una joya de sabiduría. La primera cosa que notamos es que hay cuatro cosas que van juntas: la sabiduría, el conocimiento (la ciencia), la discreción y la inteligencia. Todas proceden de la Palabra de Dios: “Hijo mío, si recibieres mis palabras…” (2:1). Es la voz del padre enseñando los caminos de Dios a su hijo. Este padre no da por sentado que todo lo que dice automáticamente formará parte de la mentalidad de su hijo. Ruega a su hijo que atienda a lo que dice y que acepte sus consejos. Insiste. Repite las mismas ideas. Hace todo lo que puede para captar su atención y lo avisa de las consecuencias si no le hace caso.
Pocos de nosotros hemos tenido padres que nos aconsejaran según la Palabra de Dios. Lo delegaron a los maestros del colegio, o a los profesores de la escuela dominical, o a los pastores. En muchos casos pensaban que su buen ejemplo sería suficiente y no veían la necesidad de aconsejar a sus hijos. En algunos casos se limitaban a enseñarles las historias de la Biblia, pero sin sacar las lecciones vitalicias de estas historias. Es rara la persona que tiene recuerdos de su padre enseñándole cómo vivir sabiamente. Tuve el privilegio de tener un padre que sí que lo hizo. Siempre recordaré muchos de sus dichos. Somos cuatro hermanos y nos decía repetidas veces: “Cuando yo esté enterrado, quiero que vosotros cuidéis de vuestra madre”. Y lo hicimos.
El padre de Proverbios avisó a su hijo contra dos peligros que pueden destruir la vida de un joven. El primero es la mala compañía, el peligro de hacer malos amigos: “Te preservará la inteligencia, para librarte del mal camino, de los hombres que hablan perversidades, que dejan los caminos derechos, para andar por sendas tenebrosas; que se alegran haciendo el mal, que se huelgan en las perversidades del vicio; cuyas veredas son torcidas, y torcidos sus caminos” (2:11-15). Los malos amigos te llevarán a la falta de respeto por los mayores, los vicios de hoy día, la irresponsabilidad, una vida que busca placeres, la pornografía, adicciones a las pantallas, y a una vida centrada en satisfacer los deseos egoístas de la juventud.
El segundo peligro es el sexo fuera del matrimonio. La inteligencia te guardará de la chica sin principios, que desgraciadamente constituyen la mayoría: “Serás librado de la mujer extraña, de la ajena que halaga con sus palabras, la cual abandona al compañero de su juventud, y se olvida del pacto de su Dios” (2:16, 17). La mayoría de las mujeres no se guardan para el matrimonio, ni creen que el matrimonio es para toda la vida. Tal mujer puede destruir la vida del creyente joven: “Por lo cual su casa está inclinada a la muerte, y sus veredas hacía los muertos; todos los que a ella se lleguen, no volverán ni seguirán otra vez los senderos de la vida” (2: 18, 19). La manera más fácil de apartarse de Dios es eligiendo malos amigos o una novia que no es creyente. Estas dos cosas son lo que todo padre piadoso debe enseñar a sus hijos.