“El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro” (Juan 20:1).
Lectura: Juan 20:1-10.
Los cristianos siempre han celebrado el primer día de la semana como el día de reunión, porque es el día en que el Señor Jesús resucitó y el día que descendió el Espíritu Santo. Dios descansó de su obra de Creación el sábado después de terminar su obra. El Señor terminó su obra de redención el viernes y empezó una nueva vida como las primicias de la nueva creación el domingo. Y el Espíritu Santo empezó su obra de regeneración el mismo día. Este hermoso himno celebra el Día del Señor y enumera las bendiciones que aporta este día:
Dios nos ha guardado, nos ha conducido una semana más por sus caminos.
Que busquemos su bendición mientras esperamos en sus atrios en este día.
El mejor día de toda la semana, emblema del descanso eterno.
Mientras pidamos gracia perdonadora por medio del amado Nombre del Redentor,
Muéstranos tu cara de reconciliación, quita nuestro pecado y vergüenza.
Líbranos de nuestras preocupaciones mundanales; que descansemos este día en ti.
Aquí acudimos para alabar tu Nombre, que podamos sentir de cerca tu presencia,
Que tu gloria salga al encuentro de nuestros ojos mientras estemos en tu casa;
Aquí, Señor, permítenos probar un anticipo de nuestro banquete eterno.
Que el gozoso sonido del Evangelio conquiste a pecadores y consuele a santos;
Que hagas abundar los frutos de la gracia; trae alivio a todas nuestras enfermedades.
Que todos nuestros domingos sean así hasta reunirnos con la Iglesia arriba.
John Newton, 1725-1807
“Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová, y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado” (Is. 58:13, 14).
Dios siempre ha deseado que tengamos un día especial cada semana para dedicarlo exclusivamente a Él, para refrescar nuestra alma en su presencia y recuperar una correcta perspectiva de la vida, para renovar nuestras fuerzas y beber profundamente de sus manantiales de vida y recibir una nueva visión de lo que nos espera eternamente en su reino. La iglesia primitiva ya empezó a dedicar el domingo, el primer día de la semana, a estos fines como comunidad de hermanos, unidos para siempre por medio de la sangre de Cristo, por la obra del Espíritu Santo y en el amor de Dios Padre. Nos hace falta este día. Es un regalo de parte de Dios para beneficiarnos de la manera que más nos hace falta. Damos gracias a Dios por el amor suyo que inspiró este día, ¡y que lo aprovechemos al máximo cada semana hasta que estemos con Él!