LA REFORMA HOY: CREDO/PRÁCTICA

“Salid de en medio de ello, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Cor. 6:17, 18).
Lutero salió de una Iglesia muerta, apóstata, que se había alejado de la doctrina de los apóstoles y la base de la fe cristiana. Estudiando la Palabra de Dios, descubrió la justificación por la fe, no por obras. Su descubrimiento fue doctrinal. El problema de la iglesia de Cristo hoy, no es tanto doctrinal, sino en la práctica de la fe, es decir, la incorporación de la doctrina en la vida. Abraham, el ejemplo que Pablo usa de la justificación por la fe, evidencia las dos cosas, fe y obediencia; por la fe salió (Heb. 11:8). La mayoría de nuestras iglesias sólidas hoy aceptan la doctrina de la justificación por la fe; lo deficiente hoy no es doctrinal, sino en la práctica: no se vive la vida en el Espíritu. Hemos entendido Romanos 3 y 4, pero no Romanos 8. Las dos cosas tiene que ser ciertas en una iglesia viva: “La fe sin obras es muerta” (Santiago 2:26). “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?” (Santiago 2: 21, 22). La vida en el Espíritu es la consecuencia de la justificación por la fe. Lutero creyó en la justificación por la fe y confrontó la Iglesia de Roma. La fe conduce a decisiones prácticas, a un apartarse de lo inmundo, es decir, todo lo que contamina, a todo lo que no es de Dios, y a una vida de santidad.
La iglesia que no tiene las dos cosas, credo y práctica, ortodoxia y ortopraxis, es decir, una doctrina bíblica correcta, juntamente con una vida en el Espíritu, una relación real con Dios de obediencia y comunión en una vida comunitaria de santidad, esta iglesia necesita una reforma como la Iglesia Católica en tiempos de Lutero.
¿Está tu iglesia llena del Espíritu? (Ef. 5:18-6:9).
¿Ha muerto al pecado y a la obras de la carne? (Romanos 6:1-14; 8:4-13).
¿Produce los frutos del Espíritu? (Gal. 5:22-23).
¿Usa los dones del Espíritu? (1 Cor. 12 y 14).
¿Predomina el amor en el Espíritu? (1 Cor. 13). (1 Pedro 1:22).
¿Evangeliza en el poder del Espíritu? (Hechos 1:8).
¿Ora en el Espíritu? (Ef. 6:18).
¿Adora a Dios en el Espíritu y la Verdad? (Juan 4:23).
¿El Espíritu Santo dirige la iglesia? (Hechos 13:1-4).
¿Expone la Palabra bajo la unción del Espíritu? (1 Cor. 12:28).
¿Goza de la unidad en el Espíritu? (1 Cor. 12:13-27).
¿Vive en santidad? (1 Pedro 1:14-16).

Si la iglesia no está viviendo la vida en el Espíritu, necesita una segunda reforma. La iglesia de Cristo siempre se está reformando, no para adaptarse al mundo y a los tiempos modernos, sino para volver a las Escrituras de donde se ha desviado. El primer paso en deslizarse es perder la pasión para Cristo (Ap. 2:4). La reforma es un mover hacia atrás, no hace adelante, un volver a los caminos viejos de los apóstoles, al siglo I, a las prácticas de la iglesia primitiva y a la comunión con Cristo. Esto es lo que hizo Lutero y lo que hace falta hoy.