EL ECUMENISMO

“Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Ef. 1:9, 10).

El gran propósito de Dios es la unión de todos los pueblos, naciones, tribus y lenguas, pero no de todas las religiones. Lo consigue, no por la firma de documentos entre representantes de las diferentes confesiones religiosas, como hacen los ecuménicos, empleando ambigüedades y dando un doble sentido a las palabras para conseguir un acuerdo, sino por un medio mucho más costoso, es decir, por el sacrificio de su Hijo para quitar de en medio el pecado que nos alienaba los unos de los otros. El Consejo Mundial de Iglesias puede unir todas las denominaciones cristianas con los judíos, budistas, hindúes y musulmanes; pueden firmar los documentos que sean, pero esto no va a producir unidad entre ti y tu vecino musulmán, por amable que sea, porque la unidad del Espíritu solo viene por el Espíritu, valga la redundancia, por tener los dos el mismo Espíritu dentro. Cuando esto se da, hay unidad de verdad, aunque las personas sean de diferentes denominaciones. No tenemos que trabajar para producir unidad, hemos de guardar la unidad que Dios mismo ya ha efectuado por la obra de Cristo (Ef. 4:3). La verdadera unidad se halla en la Verdad: “Tu Palabra es verdad” (Juan 17:17) y en Jesús: “Yo soy la Verdad” (Juan 14:6). Cualquier otra unidad es cosmética.

Echando un vistazo a Mateo 24:3-28, uno recibe la impresión de que el anticristo será una figura con el poder persuasivo de un Hitler y el carisma de un mesías. Será una figura religiosa, atractiva, acompañada de falsos profetas (maestros, pastores, ¡enseñadores de la Palabra de Dios!) y por milagros, y engañará a la iglesia oficial. ¡Igual conseguirá la unificación de todas las religiones tras él mismo! El diablo es el gran engañador, experto en convencer, y siempre imita la obra de Dios. Presenta una falsa, pero convincente, versión de la verdad de Dios y la gente la traga. Los verdaderos creyentes serán una menoría y experimentarán gran persecución; serán traicionados por sus “hermanos”. Muchos apostatarán. Y el ambiente en general en la sociedad será uno de maldad, del aumento de pecado, de desmadre, desenfreno, vicio y abominaciones. Será la unidad de todo el mundo en contra del pueblo de Dios. El Señor dice: “Mirad que nadie os engañe. Os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mat. 24:9-13).

En medio de de este baño de sangre la verdadera iglesia irá creciendo: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas la naciones; y entonces vendrá el fin” (v. 14). ¡Este es el verdadero ecumenismo de Dios!

“Naciones de este mundo, en esto encontrad vuestra concordia:

Que Jesucristo sea alabado.
Que el mundo en derredor eleve su loor:
Que Jesucristo sea alabado”

Himno alemán del siglo XIX