TEMOR A DIOS Y EL MATRIMONIO

“¿No tenemos todo un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues nos portamos deslealmente el uno contra el otro, profanando el pacto de nuestros padres?” (Mal. 2:10).
Ayer vimos que Dios quiere ser honrado y temido y que pide responsabilidades a los sacerdotes si el pueblo no le dan lo mejor que tienen. Los humillará delante de la congregación de Israel por no enseñar el pueblo a temerle y honrarle. Dios exige a sus ministros que anden con Él en paz y justicia y que enseñen a otros su ley correctamente, para que muchos se aparten de la iniquidad.
Hoy vemos que el ministro de Dios tiene que enseñar la congregación la ley de Dios en cuanto al matrimonio. Cuando un creyente se divorcia, Dios lo llama deslealtad (v. 10). Pero cuando un creyente se casa con una persona incrédula, Dios lo llama “profanar el santuario de Jehová”. Este hombre “se casó con hija de dios extraño” (v. 11). Los judíos se estaban divorciando de sus esposas judías para casarse con mujeres paganas. Dios no acepta la ofrenda de alguien que se ha divorciado de su esposa para casarse con una mujer más joven: “Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto” (v. 14). ¿Qué busca Dios del matrimonio? “Una descendencia para Dios” (v. 15). Quiere que los hijos de este matrimonio sean para Él. “Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud” (v. 15) Y se repite otra vez: “Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales” (v. 16). Lo que nosotros llamamos inmoralidad y adulterio, Dios llama un pecado del espíritu, la deslealtad. Esta persona ha roto su pacto con el cónyuge, y con Dios, y se ha mostrado no ser hombre de su palabra. Ha pecado en su espíritu no honrando o temiendo a Dios. Dios odia el divorcio: “Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido” (v. 16). El divorciado que ha repudiado a su mujer ha manchado su propia reputación.
¡El temor a Dios puede salvar el matrimonio!
Dios está harto de oír que este tipo de pecado debe ser aceptable delante de Él puesto que no hace nada cuando se practica. Parece que lo aprueba. Pero no es cierto, porque cuando el Señor Jesús vuelve, juzgará a los que han ofendido en este asunto: “¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿O quién podrá estar en pie cuando él se manifieste?” (3:2).
Dios purificará a su pueblo hasta que finalmente le presenten la ofrenda que Él ha pedido: “Se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, (hasta que) traerán a Jehová ofrenda en justicia. Y (entonces) será grata a Jehová la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, y como en los años antiguos” (3:3, 4). Dios hará pasar a los ofensores por el fuego para purificarlos hasta que finalmente le ofrecen los sacrificios de justicia en los cuales está su delicia, y le serán aceptos. Finalmente Dios recibirá el honor y el temor que le corresponden.