DIOS NOS PURIFICA

“Porque (Dios) es como fuego purificador, y como jabón de lavadores. Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia” (Mal. 3:2, 3).
En todo el libro de Malaquías, Dios está denunciando el pecado del pueblo y culpando a los sacerdotes por no infundir el temor a Dios en su pueblo. Éste les habría servido como freno al pecado. Cuando alguien teme a Dios, sabe que el pecado trae graves consecuencias y procura no pecar. Claro, mejor sería motivado por el amor, pero si falta el amor a Dios, queda el temor. Dios va a purificar a los sacerdotes y esto traerá bendición al pueblo. El Señor hace lo mismo en nuestras vidas como sacerdotes que somos en el Nuevo Pacto.
El proceso de purificación es doloroso, pero los resultados son tales que vale la pena el sufrimiento por el cual tenemos que pasar en este proceso de santificación. Dios nos está refinando a cada uno de nosotros como el artesano refina la plata. Éste se sienta junto al caldero para velar sobre el proceso, para que la temperatura no suba demasiado y estropee la plata. Aquí hay una aplicación para nosotros: Dios está controlando nuestro sufrimiento para que no sea excesivo y así estropee nuestra fe. Todo lo tiene medido con exactitud. El sufrimiento nunca será insoportable, ni las pruebas serán demasiado fuertes; serán según la fe de cada uno: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; porque fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de los que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Cor. 10:13).
El artesano sabe que el proceso de purificación ha terminado cuando puede ver su imagen reflejado en la plata. En nuestro caso es igual. Cuando Dios puede ver que nos parecemos a Cristo, ¡el proceso ha terminado! “Somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen (del Señor), como por el Espíritu del Señor” (2 Cor. 3:18). Cuando Dios vea a su Hijo en nosotros, ya está completa nuestra santificación.
Dios nos va limpiando por medio de:
Su Palabra: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado” (Juan 15:3).
La confesión de nuestro pecado: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
La prueba: “Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Heb. 12:11).
Parece que Pedro ha tenido en mente este pasaje de Malaquías al escribir: “Sometida a la prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:7). Para el creyente el sufrimiento desemboca en la gloria. Tiene sentido, y, por lo tanto, podemos tener gozo y esperanza en medio de él. ¡Bendito sea el Nombre de Dios!