LOS SENTIMIENTOS DE DIOS

“El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? Y si soy señor, ¿dónde está mi temor?, dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre” (Mal. 1:6).
Cuando nosotras las mujeres somos menospreciadas, muchas veces lo tomamos a pecho y pensamos que no valemos nada, y sufre nuestra autoestima, pero esto no es el caso con Dios. Él está muy seguro en su identidad. Siente ira, y señala el error de los que no le valoran, se defiende con el afán de corregirles. Dios sabe que es un Padre excelente, el mejor posible, y que Él es el Señor, de hecho el Señor de Señores, y como tal, espera ser honrado y temido, porque esta valoración corresponde al verdad. Quiere que los sacerdotes, sobre todo, le tengan en alta estima ya que están trabajando para Él y le representan ante el pueblo.
Ellos contestan a la acusación con total desfachatez: “¿En qué hemos menospreciado tu nombre?” (v. 6). Respuesta: “En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mensa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo?” (v. 7, 8). Dios interpreta lo que hacemos como reflejo de lo que sentimos hacia Él. Si le ofrecemos una oveja enferma, Él no piensa mal de la ofrenda, sino de nosotros. Llega a la raíz de nuestro comportamiento. No es mera desobediencia, que esto en sí ya es grave, sino que es un acto que muestra que no le honramos. Dios está pendiente de nuestros actos. Los interpreta como una muestra de amor, o una muestra de desprecio.
Un granjero, pongamos, tiene un rebaño. A la hora de elegir un animal para ofrecerlo en sacrificio por su pecado, elige el más raquítico, y lo lleva al templo para ser sacrificado. ¡Y el sacerdote lo permite! Dios está airado con los sacerdotes. Este sacrificio no es aceptable para quitar el pecado del hombre que lo ofreció. ¡El pecado que comete en ofrecer una oveja ciega es mayor que el otro que lo motivó a ofrecer un sacrificio! ¿Cómo va a perdonar al hombre todos sus pecados si todavía le queda el pecado de la deshonra, que ni siquiera ha sido reconocido, mucho menos confesado?
Dios vio el rebaño de este hombre. Sabía cuál era la más hermosa de las ovejas y la esperaba. Igual era la favorita del granjero también y sentía mucho orgullo al tener una oveja tan hermosa en su rebaño. Lo que menos quería era sacrificarla a Dios. Pero Dios también tenía su ojo puesto en ella. Lo que el Señor desea es que le amemos. No es cuestión una oveja u otra; la oveja perfecta solo le hace ilusión si es evidencia de un corazón que le honra. ¿Tememos a Dios como alguien que se da cuenta de las cosas, que piensa y siente, o le tenemos como abstracción? ¿Ves lo que Dios está pensando, porque le conoces, o ni se te pasa por la mente planteártelo?
Hay otro motivo por el cual Dios quiere la oveja perfecta en sacrificio por el pecado. Es porque tiene que representar al Cordero suyo que Él iba a sacrificar para quitar el pecado del mundo. Una oveja raquítica no representa bien a nuestro Perfecto Salvador. Si el granjero ofrece una oveja perfecta que él valora, le da una pequeña idea de lo que le iba a costar a Dios sacrificar lo mejor que tenía y ofrecerlo como nuestro sustituto. Dios quiere que comprendamos un poco de lo que su sacrificio le costó. Por esto pide lo mejor de lo que tenemos, para que nos demos cuenta y le amemos a Él. Solo esto. Quiere una relación reciproca de amor con nosotros.