LA ÉTICA DEL SERMON DEL MONTE (2)

“También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio, pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio” (Mateo 5:31).
El Señor sigue hablando del adulterio. Él es más estricto que Moisés. Dice que el hombre que se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio y el que se casa con una mujer divorciada comete adulterio. La única excepción que permite que un hombre se divorcie de su esposa es si ella comete fornicación. No dice adulterio, sino fornicación. Hay una palabra hebrea para adulterio, pero Mateo no la emplea. Usa la palabra fornicación que incluye todos los pecados sexuales.
El mismo texto en Marcos se lee así: “Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otros, comete adulterio” (Marcos 10:11, 12). Pablo, hablando de lo mismo, dice: “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; porque si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor” (1 Cor. 7:39). Lucas cita el Señor así: “Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera” (Lu. 16:18). Para la persona que toma en seria la Palabra de Dios, aquí tenemos un problema. ¿Cómo es que Mateo dice una cosa, y Marcos, Lucas y Pablo dicen otra? O bien admitimos que las Escrituras se contradicen, o bien buscamos una explicación.
La explicación es esta: Mateo está escribiendo para judíos que tenían otras leyes matrimoniales que los gentiles. Para estos últimos están las enseñanzas de de Marcos, Lucas y Pablo. Los judíos tenían un noviazgo formal en el cual estaban oficialmente casados, pero no convivían. Para romper este noviazgo, que se llamaba desposorio, se tenían que divorciar. Si durante el año en que no vivían juntos la mujer se hallaba embarazada, el hombre podía divorciarse de ella, porque ella había cometido fornicación. Él, todavía siendo virgen, se podía casar con otra. Pero el hombre que se casaba con esta mujer, cometía adulterio. El ejemplo bíblico que tenemos de un caso así es el de José y María (Mateo 1:18-20).
El Señor también habla del tema un poco más adelante en el evangelio de Mateo: Los fariseos le preguntaron: “¿Es licito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?” (Mat. 19:3). El Señor les contestó que cuando se casan Dios une al hombre y a la mujer y los hace uno; que el hombre no separe lo que Dios ha unido. Punto. Esta es su repuesta. Pero los fariseos insistían: “¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?” (Mateo 19:7). Querían crear una división entre Moisés y Jesús para poner a la gente en contra de Jesús. El Señor cubre a Moisés, pero dice que no era la voluntad inicial de Dios con el matrimonio, y luego repite que la única excepción es cuando uno de los contrayentes es infiel durante los desposorios (Mat. 19:9). Esta respuesta habría provocado a enfado a los fariseos. Lo cierto es que asustó a los discípulos. Dijeron que si el matrimonio compromete de tal manera que solo deja esta escapatoria, mejor es no casarse. ¡Lo habían entendido! Jesús contestó que muchos no están hechos para la vida de soltero. ¡Casamiento y mortaja, del cielo bajan!