EN EL DÍA DE LA BATALLA

“Profecía de la palabra de Jehová acerca de Israel. He aquí yo pongo a Jerusalén por copa que hará temblar a todos los pueblos de alrededor contra Judá, en el sitio contra Jerusalén” (Zac. 12:1, 2).
El mensaje acerca de Israel se centra en Judá, porque esta pequeña provincia persa (Yehud) era todo lo que quedaba de las 12 tribus originales. Los demás judíos están dispersados entre las naciones en una situación precaria, siempre al borde de la extinción y con pocas posibilidades de volver a Israel. No obstante, las naciones que vengan contra Israel lo harán para su propia destrucción, porque Dios está con el pequeño remanente.
Jerusalén será como una copa de veneno para sus enemigos (v. 2), y una roca inmovible contra la cual tengan un choque mortal: “En aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos; todos lo que intenten cargarla serán despedazados, bien que todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella” (v. 3). Esta batalla es la culminación de todas las batallas. Al describirla encontramos resonancias de las famosas batallas del pasado en las cuales Dios intervino para salvar a su pueblo. “En aquel día, dice Jehová, heriré con pánico a todo caballo, y con locura al jinete” (v. 4). Dios luchará por Israel como el día cuando Faraón y todo su ejército vino contra Israel y pereció en el Mar Rojo (Ex. 15:1-4), y como cuando Dios envió una tormenta y los carros de hierro de Sísera quedaron hundidos en el fango del río Cisón en tiempos de Débora (Jue. 5:21-22), y cuando Dios hirió de ceguera a los sirios que quisieron capturar a Elías (2 Reyes 6:18), y cuando el ejército de Senaquerib asedió Jerusalén en tiempos de Isaías (2 Reyes 18:17-19:37) y el ángel de Jehová salió en su contra y acabó con el enemigo. En esta batalla las naciones chocarán cara a cara con la ira de Dios en juicio. Lucharán contra Israel, pero esta no será una batalla más en que Dios da la victoria a su pueblo, sino la última batalla, la definitiva, la victoria de la cual abre el camino al reino de Dios en la tierra. Dios es el que ha convocado las naciones contra Israel con el fin de destruirlas.
En aquel día Israel tendrá buenos líderes, no como los malos pastores del pasado, sino líderes que temen y obedecen al Señor, y el país será fuerte en Dios: “Y los capitanes de Judá dirán en su corazón: Tienen fuerza los habitantes de Jerusalén en Jehová de los ejércitos, su Dios” (v. 5). La relación con Dios estará restaurada por completo y Él estará en medio de su pueblo luchando: “Y en aquel día yo procuraré destruir a todas las naciones que vinieren contra Jerusalén” (v. 9), dice el Señor. Lo que sigue es una de las más importantes revelaciones de Dios en toda la Biblia. En medio de la batalla que Israel está ganando ocurre algo totalmente inesperado, el milagro más grande que puede ocurrir jamás. Es algo tan sublime y tan sagrado que no podemos entrar corriendo para observarlo, sino que tenemos que preparar nuestros corazones para encontrarnos cara a cara con el Dios vivo, en una actitud de adoración delante de una circunstancia que nunca habríamos imaginado. Dios abrirá los ojos de su pueblo y las consecuencia es que: “En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén” (v. 11). ¿Qué habrán visto?