“¿A dónde llevan el efa? Y él me respondió; para que le sea edificada casa (un templo) en tierra de Sinar (Babilonia); y cuando esté preparada lo pondrán (en ella) sobre su base” (Zac. 5:11).
“He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo… edificará el templo de Jehová. Él edificará el templo de Jehová, y él llevará gloria, y sentará y dominará en su trono… Y las coronas servirán… como memoria en el templo de Jehová” (Zac. 6:12-14).
Hay una belleza de simetría aquí que hemos de captar. Hay dos templos en construcción: el templo de Dios y templo del dios de este mundo. Uno está en Jerusalén y el otro está en Babilonia. Las coronas de plata y oro para el Mesías están listas, esperando a que se termine de edificar el Templo de Dios en Jerusalén, para ponerlas allí dentro; la cesta, representando el euro, la libra, el dólar… (las riquezas materiales), está esperando a que se termine de construir un templo para él en Babilonia, para que la colocan allí dentro, encima de un pilar, y la adoren como un dios. O bien estás trabajando en la construcción del Templo de Dios, o bien estás trabajando en la construcción del templo al dios de este mundo. El Señor Jesús dijo: “No podéis servir a Dios y a las riquezas (al dios Mamón)” (Mat. 6:24).
Los del mundo están edificando un templo en Babilonia para el espíritu materialista. Babilonia simboliza al mundo en el pensamiento bíblico. El pueblo del Dios vivo está edificando un Templo para Él en Jerusalén, la ciudad de Dios. Que cada uno vaya al lugar que le convenga. Si tú vives para tu trabajo, vete a Babilonia, porque tu corazón ya está allí. Si el trabajo es el centro de tu vida, si eres deshonesto en él, si defraudes o explotas a los pobres, tú perteneces al mundo, no a la iglesia. Este es el espíritu del mundo, el amor al dinero, el preocuparse por él, tomar las decisiones cruciales de la vida en base al trabajo y al dinero. Este espíritu es lo opuesto a buscar primero el reino de Dios y una vida de justicia (Mat. 6:33). Es adquirir dinero para vivir. No representa una confianza en Dios, sino un orgullo en el trabajo que tú conseguiste, el disfrute del prestigio que te da y del dinero que ganas. Vives para trabajar; el trabajo llena tu vida. Para la persona de esta mentalidad es impensable buscar otro trabajo que pague menos para tener más tiempo libre para servir al Señor; y más impensable aun es sacrificar tu dinero para apoyar la obra de Dios. Los judíos que no podían volver a Israel por buenos motivos, daban sacrificialmente para la reconstrucción del Templo.
Este capítulo nos habla de los hombres que venían de Babilonia con oro y plata de parte de las creyentes judíos en Babilonia. El dinero que ganaban en el trabajo secular iba para Dios. El Señor mandó usar este dinero para hacer una corona simbólica para el sumo sacerdote. Son las coronas que hacemos para Cristo con nuestro trabajo para Él, o bien en la obra, o buen en la fábrica. Esta corona, una vez hecha, estaba esperando a que se terminase el Templo para colocarla allí dentro para el Mesías cuando viniese; y la cesta de materialismo también estaba esperando a que se terminase un templo en Babilonia para ser colocada allí, y adorada. Dos templos y dos dioses: el Mesías o Mamón. Jesús dijo: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mat. 6:21). ¿Qué atesoramos: coronas para Cristo o dinero para nosotros mismos? ¿Para qué usamos la plata? ¿Cuál de los dos templos estamos edificando?