JUICIO SOBRE LOS MALOS PASTORES

“¡Abre tus puertas, monte Líbano, para que el fuego devore tus cedros! Gime tú, ciprés […] ¡Giman robles de Basán! […] Escuchen el gemido de los pastores; ¡sus ricos pastales han sido destruidos! Escuchen el ruido de los leones; ¡la espesura del Jordán ha quedado devastada! (Zac. 11:1-3, NVI).
El capitulo anterior terminó con hermosas promesas acerca de cómo Dios pastoreará a su pueblo: “Yo mismo los fortaleceré, y ellos caminarán en mi nombre, afirma el Señor” (10:12). Esto es en contraste con los malos pastores que han dispersado a las ovejas: “¡El pueblo vaga como rebaño agobiado porque carece de pastor!” (10:2). Ahora el capitulo 11 abre con un poema que describe la angustia de los malos pastores (los líderes espirituales y políticos) cuando Dios envía su juicio sobre ellos. Salomón usó tantos cedros de Líbano en la construcción de tu templo que los cedros del Líbano llegaron a simbolizar la magnificencia del reino de Salomón. Por extensión, la destrucción del bosque simboliza la destrucción de su reino. Basán era una meseta fértil conquistado por Josué; hoy día se llama Altos de Golán. Este terreno cayó a Asiria en el siglo VIII a. C. Bajo el juicio de Dios, los malos pastores gemirán como pastores que han perdido sus pastizales y leones que han perdido su jungla. Perderán su sustentamiento y serán ellos mismos quitados de sus rebaños.
Pero hay una pregunta muy importante que subyace en toda la historia de Israel, que fue gobernado mayormente por malos pastores: ¿Por qué lo permitió Dios? La respuesta es tremenda. Porque rechazaron a Dios como Pastor y, por lo tanto, les entregó en manos de sacerdotes impíos y reyes corruptos que fueron malos pastores. Ha sido porque el rebaño detestó a su Pastor: “Perdí la paciencia con estas ovejas y ellas también me odiaron” (v. 8, NTV). Las ovejas eran tan malas como sus pastores. Tenemos los pastores que merecemos.
¿Por qué van mal muchas iglesias hoy día? Porque los miembros no quieren buenos pastores que los corrijan y que los enseñen la ética de Dios. Prefieren tener una religión más fácil, más de acuerdo con la manera de pensar del mundo. No quieren la disciplina de Dios. No quieren una vida de santidad. No quieren dejar las cosas del mundo que les gustan. Por lo tanto, buscan pastores que compartan su modo de pensar, que los consientan. Este es el castigo de Dios: es entregarnos a nuestra voluntad, para que veamos a donde nos conduce, con la esperanza de que nos despertemos.
Dios explica todo esto en forma de una parábola. En esta historia Dios se pone a pastorear un rebaño destinado para el matadero. Tomó dos cayados; a uno lo nombró Gracia, y a la otra, Unión. En un mes sacó a tres pastores malos. Pero el rebaño le detestó y él dijo: Ya no seré vuestro pastor. Si se mueren, que se mueran. ¡Y las ovejas que quedan se comerán las unas a las otras! (v. 9). Entonces tomó el cayado llamado Gracia y lo rompió, revocando el pacto que había hecho con la nación. Los afligidos del rebaño que estaban mirando “sabían que el Señor hablaba por medio de mis acciones” (v. 11). Estos representan los verdaderos creyentes que temen a Dios y le desean. Sufren cuando la relación entre Dios y su pueblo va mal, y temen las consecuencias. Forman parte del rebaño oficial, pero su corazón es diferente. Ellos son el verdadero rebaño de Dios. Comprenden que Dios está a punto de abandonar a su pueblo, algo realmente terrible. Dios se dio de baja como su Pastor. …/…