LA SABIDURÍA DE DANIEL

“A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias… En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todo los magos y astrólogos que había en todo su reino” (Daniel 1:17, 20).
Nos llama la atención que los sabios del reino de Babilonia no solo incluían a los académicos, sino también a los magos y astrólogos. Los magos, hechiceros, y eruditos se encontraban en el mismo grupo. Nosotros distinguimos entre astrólogos y astrónomos, y aun más entre brujos y académicos, pero para ellos todo conocimiento valía lo mismo, no importaba de donde procedía. No valoraban el origen de la sabiduría.
La inteligencia es una cosa y la sabiduría es otra. La sabiduría es la inteligencia aplicada. Se puede tener muchos estudios y poca sabiduría. Tanto el conocimiento y la ciencia, como la sabiduría tienen su origen en Dios. Él lo abarca todo. No hay contradicción alguna entre la ciencia y la Biblia, porque todo procede de Él. “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Prov. 1:7). La sabiduría viene de Dios y no se puede separar de Él: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Sal. 14:1; 53:1). Sin conocimiento de Dios, no hay sabiduría, solo ciencia, y se usa para mal. Sin fe en Dios, solo hay maldad.
Preguntamos: “¿Por qué no pueden ser neutrales la sabiduría y el conocimiento? ¿Por qué tienen que estar conectados con el bien o el mal?” Porque el conocimiento que está fuera del alcance del hombre forzosamente tiene que tener su origen en otra fuente, y solo hay una fuente: Dios. La alternativa es la corrupción de lo que viene de Dios. Depende de para qué se emplea, para bien o para mal. El texto dice explícitamente que Daniel y sus amigos tuvieron sabiduría, conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias procedentes de Dios. La Biblia distingue entre la sabiduría que viene de Dios y una pseudosabiduría (o falsa, corrompida sabiduría) que viene de Satanás: “Y si alguno tiene falta de sabiduría pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente” (Santiago 1: 5). “Si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón…esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrena, animal, diabólica… Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura…” (Santiago 3:14-17).
Daniel y sus tres amigos pasaron tres años de estudios intensos en todas las asignaturas necesarias para servir en el corte del rey. Hoy día los jóvenes estudian en las universidades para prepararse para un oficio, pero, ojo, las universidades no son neutrales. Hay una filosofía detrás. O bien hay temor a Dios o bien hay intereses ajenos a Dios, y, en última instancia, opuestos a Dios. El joven cristiano estudia reconociendo esto, y guarda su mente y su corazón contra las influencias que le apartarían de Dios, que emplearían su conocimiento en contra de Sus propósitos. Para ello es necesario empapar la mente con la Palabra de Dios y la mentalidad de Dios, buscar Su sabiduría, y determinar en el corazón que no se va a contaminar con la filosofía de este mundo. “Daniel propuso en su corazón no contaminarse”. ¿Quiénes van a ser de su escuela? ¡Ojalá que muchos!