“Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra” (Lucas 10:38, 39).
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Ahora retrocedemos para analizar la dinámica de la relación entre María y Marta, a ver lo que podemos aprender. Marta nos llega como una mujer decidida y activa que tomaba la iniciativa, y como era buena mujer y hospitalaria, invitó a Jesús a comer en su casa. De ella partió la invitación, y también la idea de cómo se iba a desarrollar la visita. Se le ve una mujer controladora, de carácter fuerte. Su forma de responder a Jesús, como la de muchos creyentes, era de servirle. La de su hermana era de estar por Él, acompañarle, escucharle y aprender de Él, y este pasaje nos revela cuál fue la preferencia de Jesús. Para Él era más importante estar con la gente que comer. Hay pocos así. Si las dos mujeres hubiesen sentado a sus pies, no habría comido, pero parece que le daba igual, porque para Él lo importante era el contacto humano, la comunicación y la comunión. No veía la gente como alumnos en su colegio, sino como personas para comprender y conocer y relacionarse con ellas. Para Él lo más importante no habría sido que María aprendiese la lección que Él estaba enseñando, sino que ella estuviese allí, junto a Él.
Marta, en cambio, estaba en plena marcha: “Se preocupaba con muchos quehaceres”. Claro, tenían un invitado en casa. Todo tenía que salir bien. Había mucho que hacer para tener la comida preparada. Era una persona que tenía su mente puesta en el trabajo y en lo que quedaba por hacer, ¡y había mucho! Por esto se acerca a Jesús para mandarle. ¡Estaba estorbando! Tenía acaparada a su hermana. ¿Cómo podría ayudarle si estaba sentada allí escuchando a Jesús?
“Y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que me hermana me deje servir sola?”. En el tono de su voz oímos una reprimenda. Después un orden: “Dile, pues, que me ayude”. ¡Al Señor no se le manda!, pero Marta no sabía con quién estaba hablando.
En lugar de obedecerla, Jesús llega a tocar la raíz de su personalidad, para cambiar sus prioridades en la vida. Para los fariseos, lo importante era saber teología, para las Martas de este mundo es el servir, y para Jesús es la relación con Él. Jesús le dijo que su vida estaba llena de muchas cosas, pero que había perdido lo prioritario, y que su hermana, a quién censuraba y quería cambiar, había acertado. Esto para Marta habrá sido una bomba. Se veía a sí misma como la madura, la que estaba bien organizada, la que tenía que controlar todas las cosas para que funcionasen bien, y Jesús le dice que su orden está mal, y que su hermana tenía razón. Estaba intentando meter a su hermana en su molde, cambiar su personalidad, y ahora tenía que plantearse la posibilidad de que era ella la equivocada. Esto cuesta mucho.
Si es verdad nuestra teoría que María había vuelta a casa como hija pródiga, esto explicaría la tirantez que existía entre las dos hermanas. María se había dado a la mala vida por allí y ahora que ha tenido una experiencia religiosa, ha vuelto a casa reformada; pero esta nueva María no era cómo Marta quería que fuese, y la juzgaba y guardaba resentimiento contra ella por lo que había hecho “en el país lejano”. Marta siempre había sido correcta. Es como si María tuviese que conformarse y someterse a Marta para que la aceptase. ¡Y viene Jesús y le dice que María tiene los valores correctos! Esto ya era muy fuerte para Marta. Ahora tendría que plantearse muchas cosas.