FALSOS MAESTROS (3)

“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la consciencia…” (1 Tim. 4:1, 2). “Habrá entre vosotros falsos maestros… Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas” (2 Pedro 2:3).

Seguimos con el tema de los falsos maestros:

Existe una alianza entre hombres cultos y espíritus malignos en la propagación de falsa doctrina. Las doctrinas que aceptan para justificar el pecado en sus propias vidas hacen callar la consciencia. Pecan y buscan una justificación para seguir en ello, y lo encuentren en sus argumentos. Por ejemplo, hablando del divorcio y segundas nupcias, dicen: “Hermanos, seamos realistas: el divorcio existe. Basta de legalismos. Hemos de mostrar el amor a la gente. España tiene que aceptar el divorcio”. No utilizan la Biblia, sino razonamientos humanos. A la raíz de su falsa doctrina está el pecado.

Cuando callamos la consciencia persistentemente, la dejamos cauterizada, y abrimos la puerta al mundo maligno. Las fuerzas del mal justifican el pecado engañando a personas insensibles. Discuten con la consciencia que ya no funciona para entristecer, resistir y apagar al Espíritu Santo en personas que lo tienen insensibilizada. La consciencia es un instrumento delicado. Al principio funciona bien. La primera vez que robas, la consciencia te grita, pero si sigues robando, la consciencia pierde su poder, y finalmente deja de funcionar. Por allí entra el diablo. Los verdaderos siervos del Señor “guardan el misterio de la fe con limpia consciencia” (1 Tim. 3:9). El diablo endurece la consciencia y así controla a la persona. El pecador busca razones que le permiten pecar sin que perciba el pecado. ¿Tú vives con tu novia? Esto es fornicación. ¿No lo sabes? El diablo te da argumentos para justificarlo, para que puedas seguir con este estilo de vida y sentirte tranquilo.

Si negamos la inspiración de la Biblia y la reinterpretamos según los tiempos en que vivimos, según lo políticamente correcto, terminamos con una Iglesia igual que el mundo, socialmente aceptable, pero fuera de la comunión con Dios. Los liberales hacen esto. Consiguen una iglesia que no choca con la sociedad, al contrario, encaja perfectamente, pero deja de ser verdadera iglesia, porque ya es mundo. Sacan versículos de su contexto para enseñar que no hay diferencia entre hombre y mujer, lo mismo que cree el mundo, pero, al fin de cuentas, la conclusión lógica es que la homosexualidad es aceptable. Los liberales se desvían en doctrina y ética. Enseñan lo que es políticamente correcto y esto agrada a los oyentes, porque les permite hacer lo que quieren y creen que no es pecado, pero la verdad es que su conducta es ofensiva a Dios.

Si niegas la inspiración de la Biblia, a fin de cuentas terminas justificando el matrimonio gay. La doctrina y la ética van juntas. Para justificar la mala conducta, uno termina abrazando doctrinas erróneas que proceden del diablo. Hay algo diabólico en el falso maestro, porque lo que enseña, aunque no sea consciente de ello, son “doctrinas de demonios”. El creyente sensible lo nota. Le huele mal y se pone nervioso. Más allá de la sonrisa afable de este predicador se percibe la presencia de demonios.