“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras… y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado” (2 Pedro 2:1, 2).
La falsa doctrina viene presentada en lenguaje hermoso acerca del amor. ¡Ojo con aquel que siempre machaca el amor! “Todo el mundo será redimido”, dicen, “porque Dios es amor”. ¡Cómo nos gustaría que fuese verdad!, pero Dios es Dios de ira y juicio también. Si el amor de Dios lo cubre todo, la conclusión lógica es, ¡venga, vamos a pecar! ¡Algunos falsos maestros llegan a legitimar el pecado!
Jesús es percibido como ejemplo de amor. Utilizan Juan 8 para enseñar que Jesús es tolerante con la debilidad humana y la cruz como la máxima expresión del amor, pero no hablan de la expiación. Cuando hay amor, todo es permitido: relaciones prematrimoniales o homosexuales, divorcio y segundas nupcias, porque el amor lo justifica todo. Tienen una visión sesgada y parcial que solo enfatizan esta parte de la verdad. Conduce a la permisividad, y, finalmente, al infierno. Su enseñanza procede del padre de las mentiras.
Seguro que hubo amor en el matrimonio entre Herodes y Herodías, su cuñada, pero esta relación es tajantemente prohibida por la ley (Lev. 18:16). Herodes había tomada la esposa de su hermano y se había casado con ella. Claro, el matrimonio era legal, porque ¡Herodes era la ley!, pero ante los ojos de Dios era pecado. Juan el Bautista lo denunció: “Juan le decía: No te es lícito tenerla” (Mat. 14:4). Se puede argumentar: “Pero estaban felices juntos. ¿Qué hay de malo en esto? Igual su primero marido no la quería de todas formas. Y ya había ocurrido, así que era tarde para prohibirlo”.
En nuestra sociedad la gente traga la mentira, pero resiste a la verdad: “Si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el Dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Cor. 4:3, 4). Debemos recordar que el diablo sigue cegando la mente como siempre. La media verdad está detrás del falso evangelio. Es una gran victoria para el enemigo cuando logra seducir a un creyente o provocar la apostasía de una iglesia.
La desviación de la verdad procede del diablo. ¡Evidentemente los demonios no se presentan visiblemente!, sino que utilizan a agentes humanas, hombres mentirosos y mentes endurecidas, que se expresan hábilmente para engañar. Los creyentes no escuchamos las voces de demonios, sino de hombres que son portavoces del maligno. Estos hombres suelen ser encantadores. En principio son amables, afables y simpáticos, pero detrás de la sonrisa está escondida una agenda secreta. No son honestos y transparentes. Trabajan a espaldas de los pastores para introducir sus ideas. ¡Se meten por debajo! Ellos no se dan cuenta de que son agentes del diablo. Piensan que son libres y que sus ideas son buenas. Son eruditos, con picos de oro, que emplean un lenguaje sofisticado, y vislumbran a su audiencia. Tienen una fachada bonita. Prometan “el oro y el moro”, pero, a la hora de la verdad, decepcionan terriblemente.