“Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1: 3).
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento de pan, y en las oraciones” (Hechos 2:42).
La comunión cristiana es la participación en Cristo con otros creyentes que también han nacido de nuevo por obra del Espíritu Santo y aman al Señor Jesús y esperan su venida. Es una unidad efectuada por el Espíritu de Dios con los que tienen el mismo Espíritu, y que se expresa en adorar a Dios juntos, compartir la fe, edificarnos mutuamente, servir al Señor juntos, cada uno con los dones que tiene, mirar por el bien los unos de los otros, compartir la Palabra juntos, ayudarnos mutuamente en la vida cristiana, velar por la protección del hermano contra los embistes del mundo y Satanás, advertirle de los peligros a su fe, y animarle a sigue fielmente a Cristo a pesar del coste. Conlleva a trabajar juntos para la propagación del evangelio y el cuidado de nuevos creyentes y la comunión con ellos.
Nuestra comunión es con el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo (1 Juan 1:3). Si alguien no tiene comunión con Dios, tampoco la tendrá con nosotros. El pecado interrumpe esta comunión: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad” (1 Juan 1:6). ¡La verdad es algo que se practica!; no es mera doctrina. La persona que esta “andando en tinieblas”, es decir, la que está viviendo en el pecado, practicándolo activamente como estilo de vida, o como hábito, esta persona no tiene comunión ni con Dios ni con otros que están en Cristo. El Espíritu Santo no fluye de él para llegar a mí para tener comunión con mi espíritu. O bien esta persona no está convertida, o bien tiene el fluir del Espíritu bloqueado por su pecado. En todo caso, no hay comunión con ella.
Para que haya comunión los unos con los otros en una iglesia dada, sus miembros tienen que estar viviendo en comunión con Dios en una vida de santidad. Si no, solo están todos presentes en un culto practicando la religión juntos, sin tener comunión los unos con los otros. Uno entra en esta iglesia donde no hay comunión entre los miembros y se nota la frialdad, la falta de amor, la falta de unidad, la falta de la presencia de Dios moviéndose entre los unos y los otros, uniéndoles en un santo amor. A la hora de buscar colaboradores para una actividad, no hay nadie, a la convocatoria a reuniones especiales, no hay respuesta, la reunión de oración no es una cosa viva, edificante, vital e imprescindible en la vida de la iglesia, solo van unos pocos, o se suspende por falta de interés.
Donde hay comunión, la iglesia es un cuerpo, una familia, hay unidad y amor, y los hermanos se necesitan y se aprecian. Están pendientes los unos de los otros. Los miembros cuentan con la ayuda de sus hermanos. Hay un buen ambiente que se nota nada más entrar y que se percibe aun más a la hora de los anuncios: la iglesia es activa, participa en la vida de la comunidad, hay evangelización, clases para nuevos miembros, los enfermos están siendo atendidos, el programa para niños es interesante, las mujeres están activas, hay estudios bíblicos y salidas al campo para estar juntos; hay actividades atractivas para todos las edades y todos los gustos. Cuando hay comunión, la iglesia crece, porque el mundo está buscando una familia donde puede estar bien acogido.