“El sacerdote Ezequiel ben Buzi tuvo revelación expresa de Yahvé” (Ez. 1:2).
Tabla de fechas: (Algunas de estas fechas son aproximadas).
Año 627 a. C. Jeremías fue llamado a ser profeta.
Año 622 a. C. Ezequiel nació. Se descubrió el libro de la ley en el Templo.
Año 597 a. C. Ezequiel fue llevado al cautiverio con 25 años de edad.
Año 593 a. C. Ezequiel fue llamado al ministerio. Tuvo la visión de la gloria de Dios.
Año 592 a. C. Ezequiel tuvo la visión de la salida de la gloria de Dios del Templo.
Año 586 a. C. Se murió la amada esposa de Ezequiel y Jerusalén cayó ante Babilonia.
Año 572 a. C. Tuvo la visión del retorno de la gloria de Dios al Templo.
Año 539 a. C. La caída de Babilonia.
Año 539/8 a. C. Ciro el persa permitió el retorno del primer grupo de los de la cautividad a Jerusalén con Zorobabel y Jesúa.
Año 516 a. C. Fue terminada la reconstrucción del Templo en Jerusalén.
Reflexionando sobre la información que tenemos en esta tabla comprendemos que fue necesario que el profeta tuviese la visión de la gloria del Señor antes de recibir la de su retirada del Templo para apreciar en más profundidad la magnitud de la pérdida de Israel cuando Dios lo desamparó. En la visión anterior a la de su retirada, le fue revelado el terrible pecado de Israel que la provocó. El contenido de esta revelación habría significado gran sufrimiento al profeta que temía a Dios y le obedecía a gran coste personal. Comprendió por qué Dios abandonó a su pueblo a la vez que lo lamentaba.
Fue formado durante el ministerio de Jeremías cuyo ministerio confirmaba los mensajes que iba recibiendo. Esto, juntamente con el descubrimiento del libro de la Ley en el Templo, le mostraba la santidad de Dios y la ofensa tan terrible que recibía de parte de Israel. El honor de Dios es uno de los temas principales del libro: vemos como Dios defiende la gloria de su Nombre.
El coste al servir al Señor es en proporción al elevado privilegio de la revelación recibida de la Persona y de los propósitos de Dios. Para ministrar al remanente que iba a perder sus seres queridos juntamente con todo lo que valoraban con la caída de Jerusalén, Dios le hizo pasar por la pérdida de su esposa quien fue “el deleite de sus ojos”. Para ser profeta a los exiliados, él tuvo que ser uno de ellos; para sufrir con los que sufrían, tuvo que pasar por profundo dolor. Para interceder, tuvo que entender la santidad de Dios y la profundidad de la ofensa del pecado contra Él de parte de los que profesaban ser su pueblo. Como verdadero profeta, tuvo que sufrir la oposición de los falsos profetas y la desconfianza del pueblo que prefería el mensaje de éstos. Vivió en su alma el abandono de Dios del Templo y de su pueblo. Su espíritu se regocijó con la visión de su retorno, del nuevo Templo, del retorno de los exiliados, y de la nueva Jerusalén reconstruida. Cuando Ciro dio permiso a los exiliados a volver a su tierra y reedificar, Ezequiel habría tenido unos 93 años. No sabemos la fecha de su muerte, pero es muy poco probable que volviera a Israel con el pequeño remanente debido a su avanzada edad, e imposible que estuviese vivo para ver el Templo reedificado. Ezequiel, uno de los que alcanzó buen testimonio mediante la fe, no recibió lo prometido, sino que murió con los ojos puestos en Aquél que haría lo que prometió.