LA CIUDAD (2)

“Lo que quedará de la porción santa, será para que siembren los que sirven a la ciudad. Y los que sirven a la ciudad serán de todas las tribus de Israel” (Ez. 48:18, 19). “Mis escogidos disfrutarán plenamente la obra de sus manos” (Is. 65:22).

¡Oh feliz tierra a donde vamos, donde ya no habrá memoria de las angustias y las penas de pasado! La tristeza y el suspiro habrán desvanecido; todo quebranto de corazón estará sanado y habrá consuelo en abundancia. Como dice el himno: “Las lágrimas, una cosa del pasado en el eterno día de Dios”. “Y ya no se oirán en ella Jerusalén) voz de lamento y llantos” (Is. 65:19). Ver Ap. 21:4. Esto es lo que describen los profetas. La esperanza cristiana es gloriosa. “No trabajarán en vano” (Is. 65:23). No estaremos sin hacer nada, sino ocupadas en un trabajo productivo, creativo, desafiante, y estaremos a la altura, y lo haremos para el Señor y tendremos la satisfacción de hacerlo bien. “Y acontecerá que antes que clamen, Yo responderé”. No tendremos largas esperas a las contestaciones de nuestras oraciones, sino una respuesta inmediata, una comunicación continua con el Señor y el gozo de pedir según su agrado y recibir de su mano, siempre dependientes de Él, y siempre en comunión con Él.

En esta hermosa ciudad habrá buenas relaciones humanas, trabajo productivo, el buen uso de los recursos naturales, bienestar y actividades culturales, todo lo que uno espera ver en una ciudad ideal. Todo lo bueno que disfrutamos en la vida actual será redimido y llevado a la perfección allí. No estaremos cantando en un coro celestial todo el día, sino trabajando y descansando, como aquí, pero sin intereses creados, sin explotación, egoísmo, rivalidades y engaños, sino totalmente realizados. No habrá frustración, aburrimiento, esfuerzo en vano, desilusión, la sensación de lo incompleto, que algo falta, sino satisfacción total. Todos los descubrimientos y adelantos hechos en este mundo serán purificados e incorporados en la nueva creación.

La visión de Juan en Apocalipsis coincide con la de Ezequiel: “Y llevarán a ella la gloria y el honor de las naciones. (Ap. 21:26). Y ya no habrá más maldición, sino que el trono de Dios y del Cordero estar en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro…” (Ap. 22:3).

Habrá trabajo en la nueva creación tal como lo hubo en la vieja, antes de entrar el pecado en el mundo. “Entonces dijo ‘Elohim: hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y ejerzan dominio sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos, sobre el ganado, sobre toda la tierra y sobre todo reptil que repta sobre la tierra. Luego ‘Elohim los bendijo; y les dijo ‘Elohim: Frutificad y multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgadla, dominad sobre los peces del mar y las aves de los cielos y sobre todo ser vivo que se mueve sobre la tierra” (Gen. 1:26, 28). El trabajo es bueno para el hombre. Dios trabaja. Hizo la creación. Y luego descansó de su trabajo (Gen. 2:2). Jesús trabajó hasta los 30 años de edad de carpintero y durante 3 como ministro de Dios. El trabajo en la nueva creación será un trabajo gozoso y creativo, libre de dificultades y frustraciones, injusticia y explotación, sin las maldición de la Caída: “Y al hombre dijo: Por cuanto atendiste a la voz de tu mujer… ¡maldita sea la tierra por causa tuya! Con fatiga comerás de ella todos los días de tu vida, espino y abrojo te brotarán y comerás hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que retornes a la tierra…” (Gen. 3:17-19). Sin esta maldición, y al contrario, con la bendición de Dios, el trabajo será un placer y una fuente de satisfacción.