“Vino sobre mí la mano de Yahvé, y me llevó allá. Él me llevó en visiones divinas a la tierra de Israel, y me puso sobre un monte muy alto, sobre el cual había como el armazón de una ciudad… y aquel varón me habló diciendo:… has sido traído aquí para que yo te lo muestre para que declares a la casa de Israel lo que ves” (Ez. 40:1-4).
¿Cuál ha sido el deseo más profundo de Dios desde el principio? Relación. Cercanía con el hombre. Creó a Adán y Eva para tener comunión con ellos. El pecado entró y estropeó la relación. Así que el resto de la Biblia versa sobre cómo quitar de en medio el pecado y restaurar la relación con Dios. El pecado viene de fuera de nosotros y de dentro. En el libro de Ezequiel tenemos representado la liberación del pecado que viene de fuera en la destrucción de Gog y Magog y su coalición maligna de enemigos de Israel, a saber, de Satanás y de todos los que le siguen (Ez. 38, 39). Pero esto no es el final. Todavía tenemos que eliminar el pecado de dentro, de nosotros mismos. Esto se efectuaba por medio de los sacrificios estipulados en la ley de Dios realizados en el Templo. Por lo tanto los capítulos siguientes, Ez. 40-43, versan sobre la restauración del Templo. El propósito del Templo fue quitar en medio el pecado interno que estorbaba la relación de los creyentes con Dios por medio de los sacrificios de los animales. Sin ello no había forma de acercarse a Dios. El Templo no fue un lugar de cultos. En él no había sillas o salas de reunión. No se hacían cultos de alabanza en el Templo. Israel cantaba a Dios y le alababan usando los Salmos graduales, el Salmo120 hasta el 134, al ir subiendo a Jerusalén para celebrar las fiestas anuales, acercándose cada vez más a Dios, al Templo donde Él vivía. El culto no era una reunión, sino la vida, una vida de santidad en obediencia a la Ley de Dios, que era el medio de expresar devoción al Señor.
Esta visión de Ezequiel en los capítulos 40-43 es de un Templo perfecto, lleno de la presencia de Dios, símbolo de una relación perfecta con Dios. Las dimensiones son las de un Templo perfectamente simétrico, arquitecturalmente hermoso, armonioso, equilibrado, bello y gratificante a la vista. Nos habla de la relación con Dios funcionando a la perfección porque el pecado ha sido eliminado, resultando en una obediencia perfecta, armonía con Dios, de una relación hermosa en sus ojos.
Ezequiel fue conducido por un ángel en una visita guiada del Templo. Entró por la puerta del este subiendo unas escaleras para acceder al patio de fuera, entonces subió por otra escalaras al patio interno donde estaba el altar de sacrificio, luego otras escalera para entrar en el templo mismo, en el lugar santo. Solo el ángel pudo entrar en el Lugar Santísimo. Al entrar simplemente dijo: “Este es el Lugar Santísimo” (41:4). Las escaleras representan crecimiento en santidad, subiendo cada vez más cerca de Dios, hasta entrar el la plenitud de su presencia.
El propósito de la visión nunca fue usarla como modelo para la reconstrucción del Templo en Jerusalén. Dios nunca le dijo que lo construyese según este modelo como dijo a Moisés cuando le reveló el Templo celestial. De hecho, cuando fue reconstruido no siguieron estos planos. El propósito fue decir a Ezequiel que la presencia de Dios iba a volver a Israel y la relación con su pueblo restaurada, para que pudiese dar estas palabras de ánimo y esperanza a los exiliados languideciendo en Babilonia, pensando que el fin había llegado. Él tenía que hablarles de un nuevo comienzo para la nación, bajo Dios, en un ambiente de santidad que le permitiría morar en medio suyo como su Dios y tenerles a ellos como su pueblo, como Dios siempre había querido.