“Así dice Adonay Yahvé: ¡Heme aquí contra ti, oh Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal!” (Ez. 39:1).
El capítulo 39 es parecido al anterior, con algunos detalles añadidos. En la guerra que describe proporciones inimaginables, caerán tantos muertos del enemigo que los moradores de las ciudades de Israel recogerán de los cadáveres suficiente combustible de escudos, paveses, arcos y saetas para siete años (v. 9). Tardarán siete meses en enterrar a todos los muertos (v. 12), cosa que permitirá a las aves de rapiña saciarse de carne humana. Dios las invita a un banquete: “¡Reuníos de todas partes al festín mío que preparo para todas vosotras! Comeréis carne de poderosos y beberéis la sangre de los príncipes de la tierra. Comeréis grosura hasta hartaros, y beberéis hasta embriagaros sangre de las víctimas que he sacrificado para vosotros” (v. 17-19). Esta visión grotesca de Dios invitando buitres a un festín de carne humana, animales personificados, y la repetición del número siete, nos indica que estamos delante de una visión escatológica, porque Dios no es macabro, ni ocurrió semejante batalla en el pasado, como los juicios de las naciones narrados en los capítulos 25-32, ni tampoco puede ser literal en el futuro, porque ahora no se lidian las batallas con caballos y arcos y escudos. No se sientan animales a la mesa de Dios. Aquí tenemos terremotos, montañas desmoronadas, espada, pestilencia, granizo, fuego y azufre, elementos que nos recuerdan Sodoma y Gomorra, las plagas de Egipto, y las calamidades que cayeron sobre Israel. Sin embargo, está hablando de la destrucción final y definitiva de todo enemigo de Dios. El comentarista dice que aquí tenemos “el gran conflicto entre las fuerzas del mal, tanto humanas como satánicas, y el reino de Dios de Cristo. Apocalipsis 19:11-20:15 prevé un ataque terrible de las fuerzas del mal, agrupadas bajo el mando de Satanás e incluyendo a Gog y Magog, que sufrirán una derrota aplastante”.
¿Quién es, entonces, este misterioso Gog? A través de la historia ha habido muchas interpretaciones. Agustín veía a Gog en los ataques de los Godos contra el Imperio romano. Lutero lo identificaba con los turcos de su tiempo. Los fundamentalistas cristianos del siglo XX enseñaban que era el Imperio Comunista Soviético que iba a atacar a Israel. Cuando no ocurrió, nunca reconocieron públicamente que se habían equivocado. Sea quien sea, lo que está claro es que su existencia sirve para exhibir la gloria de Dios (38:16, 23; 39:6-7, 13, 21-24, 27-28). Lo seguro es que el pueblo de Dios prevalecerá contra todo mal que se levante en su contra. En lugar de limitarlo a una sola persona histórica, podría ser más bien simbólico de todo el mal y de todo poder político que se alza contra el pueblo de Dios culminando en su destrucción última al final de la historia.
El comentarista escribe: “La ampliación y la aplicación que Juan hace de la visión de Ezequiel en el libro de Apocalipsis nos lleva a esperar que la batalla entre Dios y sus enemigos llegará por fin a un clímax definitivo en el que las fuerzas de Satanás y aquellos que se hayan aliado con él serán vencidos y destruidos para siempre por el poder de Cristo”. Él aboga a favor de una interpretación doble, es decir, que ha habido y habrá muchos “Gogs” a lo largo de la historia, y esperamos a uno último. Ezequiel nos habla de un ataque-sorpresa sobre un pueblo confiado. El Nuevo Testamento nos avisa continuamente que hemos de velar y estar preparados para los eventos que darán paso a la venida del Señor. “Su primera venida sorprendió a los expertos bíblicos de su tiempo. Es muy probable que en la segunda ocurra lo mismo” (Cristopher Wright).