GOG, PRÍNCIPE SOBERANO DE MESEC Y TUBAL

“Así dice Adonay Yahvé: ¡Oh Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal, he aquí Yo estoy contra ti!” (Ez. 38:3).

La hermosa profecía de los capítulos anteriores culmina con la promesa que Dios morará en medio de su pueblo en un ambiente de justicia, prosperidad y paz para siempre y que las naciones así sabrán que Él es Dios (37:24-28). Uno pensaría que el libro ya terminaría con esta nota diáfana, pero no, ¡ahora viene una guerra catastrófica! Los dos capítulos siguientes profetizan una invasión masiva de Israel de parte de una enorme coalición de muchas naciones bajo el mando de un tal Gog. ¿A qué viene esto? Esta guerra ocurre bajo la dirección soberana de Dios (38:16) con la finalidad de librar a Israel definitivamente de sus enemigos y erradicarlos para limpiar la tierra para el retorno de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Recordaremos que la gloria de Dios se había marchado de Israel antes de la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo (10:1-22). Ahora regresaría para siempre (Ez. 43), pero antes, la guerra. Vamos, pues, a verla.

“Así dice Adonay Yahvé (a Gog): En aquel día subirán cosas a tu corazón, y tramarás un designio perverso, y dirás: Subiré contra una tierra indefensa, iré contra gentes tranquilas que habitan confiadas todas ellas, que habitan en ciudades sin murallas, sin puertas y sin cerrojos. Esto será para arrebatar despojos y alzarte con el botín” (38:10, 11). Un día en un futuro indefinido, Gog y sus hordas atacarán a un Israel pacífico e indefenso para despojarlo: “Y subirás contra mi pueblo Israel como un nublado que cubre la tierra. Ello ocurrirá en los días postreros, y Yo te traeré sobre mi tierra, para que las naciones me conozcan cuando Yo, Oh Gog, sea santificado en medio tuyo delante de sus ojos” (v. 16). La fecha es todo un misterio, pero lo que está claro es que Dios lo coordina con la finalidad de mostrar su gloria. Lo mismo es cierto cuando el enemigo nos ataca a nosotros. Dios lo permite, ¡y lo planea!; hace que se nos acerque para luego destruirle y glorificarse a sí mismo.
Dios saldrá en defensa de su pueblo: “Y Yo llamaré la espada contra él… la espada de cada cual será contra su hermano”. Ellos se pelearán los unos contra los otros y se matarán. “Y Yo litigaré contra él con peste y con sangre, y haré llover sobre el, y sobre sus hordas, y sobre los muchos pueblos que están con él, y un aguacero impetuoso, un gran granizo, y fuego y azufre” (v. 21, 22). Estos son términos apocalípticos: peste, sangre, fuego y azufre. El resultado es que todos los enemigos del pueblo de Dios están destruidos para nunca más quitar la paz en la tierra de Dios. El comentarista dice: “Es la derrota final de las huestes del mal (incluyendo a Gog y Magog) (Apoc. 20:7-10), antes de llegar al clímax de la visión de Dios habitando en medio de su pueblo redimido en la nueva creación (Apoc. 21-22)”. “Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y Magog, a fin de reunirlos para la batalla; cuyo número es como la arena del mar” (Apoc. 20:7, 8).

Dios vencerá, y el capítulo concluye: “Así me engrandeceré y me santificaré, y seré conocido ante los ojos de muchas naciones, y sabrán que Yo soy Yahvé” (v. 23). Esto es el plan de Dios, destruir todo resquicio del mal, y el deseo de su corazón es darse a conocer en el mundo.