EL REGRESO DE LA PRESENCIA DE DIOS

“Y he aquí la gloria del Dios de Israel que venía del oriente y su voz era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria” (Ez. 43:2).

La presencia sobrecogedora de Dios vuelve para llenar un templo nuevo, un templo hermoso, equilibrado y de diseño divino. ¿Por qué dedicaría Dios tres capítulos enteros acerca de las medidas de un templo que nunca fue construido según este modelo? Porque era su manera de comunicarnos lo sumamente importante que es para Él que su Templo sea simétrico, perfecto, equilibrado, equipado, preparado para sus funciones y correctamente organizado. No podemos menos que parar a pensar en la condición de nuestros “templos” ahora, es decir, nuestros cuerpos, nuestras vidas (1 Cor. 619). ¿Estamos llenos de Dios o de nosotros mismos? ¿Estamos todavía en nuestros viejos pecados, o realmente han sido crucificados con Cristo? Dios solamente llena lo que está vacío y limpio. No quiere un templo caótico, ni ostentoso, ni complicado, ni llamativo, recargado, o barroco, sino sencillo, ordenado, práctico y útil. Así quiere Dios que seamos como sus templos. ¿Está tu vida llena de demasiadas cosas? ¿Llamas la atención a ti misma? ¿Vives en caos y desorden? ¿Cómo está tu casa o tu habitación? ¿Lleno de trastos? ¿Con muchas cosas innecesarias? Solo había las habitaciones precisas en el templo que Dios diseñó. No faltó nada, y no sobró nada.

Cuando el ángel condujo a Ezequiel en el tour del templo, al llegar al Lugar Santísimo, solo el ángel entró. Ezequiel se quedó fuera esperando mientras que el ángel tomaba las medidas. Por supuesto, estaba vacío, esperando la presencia de Dios. ¿Valoras la presencia de Dios? ¿Puedes vivir fuera de ella? ¿Deseas que llene tu templo? Díselo al Señor. Pregúntale si hay algo que se lo impida. “En su presencia hay plenitud de gozo” (Salmo 16:11). Vives con una paz y bienestar tan grande que parece que no hay problema alguno en el mundo que Dios no pueda solucionar. El deseo más profundo del profeta era la presencia de Dios. La amaba. Se puede amar a Dios como abstracción, algo lejano, con sentimientos místicos o religiosos, o bien puedes amarle con el deseo de estar cerca de Él, en comunicación con Él, con reverencia y temor, con una mezcla de respeto y feliz asombro, viviendo como pisando tierra santa.

La respuesta de Ezequiel cuando llegó la presencia de Dios en su visión era caerse de cara en el suelo: “Y he aquí la gloria del Dios de Israel que venía del oriente y su voz era como el sonido de muchas aguas, la tierra resplandecía a causa de su gloria… Entonces me postré sobre mi rostro. Y la gloria de Yahvé entró en la Casa por la vía de la puerta que mira al oriente” (v. 1-4). Entró por el camino inverso de cuando se fue. Es como la última salida de Jesús del Templo de Jerusalén con el rechazó final de su pueblo (Mat 23 37- 24:3). Salió, y fue al Monte de los Olivos, desde donde ascendió al Cielo (Hechos 1:9-12), tomando la misma ruta que tomó la gloria de Dios cuando se fue. Y volverá igual, como la Gloria volvió igual. ¡Qué triste fue el día que Cristo ascendió al Cielo! El mundo nunca ha tenido una pérdida igual. ¿Cómo podían vivir los discípulos sin Él? Si no hubiesen tenido el Espíritu Santo, imposible. Ahora anhelamos el retorno de Cristo. Lo deseamos como Ezequiel deseaba el retorno de Dios, para que llenara su Templo, sus templos, y los Cielos de los Cielos con su gloria, para que vivamos inmersos en ella para siempre. Amén.