“Ahora haré volver la cautividad de Jacob y tendré misericordia de toda la casa de Israel, y me mostraré celoso por mi santo Nombre” (Ez. 39:25).
La profecía acerca de Gog y Magog esperaba su cumplimiento en un futuro lejano. No se aplicaba a Israel en tiempos de Ezequiel, porque ellos vivirán en ciudades amuralladas, como la que Nehemías estaba a punto de construir. Lo que les esperaba ahora era el feliz retorno a su tierra que Dios mismo llevaría a cabo por amor a su santo Nombre. Vemos que Dios está interesado en dos cosas:
En su santo Nombre: “Ahora haré volver la cautividad de Jacob y tendré misericordia de toda la casa de Israel, y me mostraré celoso por mi santo Nombre”. Quiere que Israel sepa que Él es Dios y que Él es santo. Quiere que su pueblo reconozca que es santo en todos sus caminos, que sus disciplinas son perfectas, que sus juicios son justos, que su motivación es pura, que no hay debilidad en Él, ni maldad de ninguna clase, ni puede tener comunión con el pecado. Él es suficientemente poderoso como para defender a Israel, pero si no lo hace, es por castigarlos por su pecado, pero después tendrá misericordia de ellos, por amor al pacto con sus padres. Si Él permite que el enemigo se acerque, es para destruirle. “Y sabrán que Yo soy Yahvé su Dios cuando después de haberlos llevado al cautiverio entre las naciones, los reúna sobre su tierra sin dejarme a ninguno de ellos. Y no volveré a ocultarles mi rostro, porque habré derramado de mi Espíritu sobre la casa de Israel, dice Adonay Yahvé” (39:28, 29).
En darse a conocer entre las naciones: “Y las naciones sabrán que la casa de Israel fue llevada cautiva por su pecado, por cuanto se rebelaron contra Mí, Yo les oculté mi rostro, y los entregué en manos de sus enemigos, y todos ellos cayeron a espada” (v. 23). Israel había sido de mal testimonio. Esto dio mala impresión de Dios entre las naciones adonde fueron dispersados. Dios tuvo que castigarlos, acto que éstas interpretaron como impotencia de Su parte, pero cuando los trajo de nuevo a su tierra, las naciones comprendieron que no fue por la incapacidad de Dios para defenderlos que fueron a la cautividad, sino por su pecado, y que no fue por el poder de Israel que volvieron de la cautividad, sino por el poder y la fidelidad de Dios. Finalmente las naciones entenderían que Israel fue a la cautividad por orden de Dios como castigo por su pecado y comprenderían que el Dios de Israel es santo. Pero cuando Dios restaure su cautividad, verán su misericordia, su fidelidad y su gloria, “cuando los haya sacado de entre los pueblos, y reunido de la tierra de sus enemigos, y sea santificado en ellos ante los ojos de muchas naciones. Las naciones tomarán nota.
En estos dos capítulos, Ezequiel 38 y 39, seis veces sale la idea que Dios se dará a conocer en el mundo por medio de sus juicios contra el mal, por ejemplo: “Y enviaré fuego sobre Magog… y sabrán que Yo soy Yahvé” (v. 6). “Y sabrán las naciones que Yo, Yahvé, el Santo, estoy en medio de Israel” (v. 7). “Y pondré mi gloria entre las naciones, y todas las naciones verán mi juicio que habré ejecutado, la mano mía que pongo sobre ellas” (v. 21). “Y las naciones sabrán que la casa de Israel fue llevada cautiva por su pecado, por cuanto se rebelaron contra Mí” (v. 23). Dios castiga el mal si se encuentra en una nación pagana o en su propio pueblo. Israel volverá a su tierra contrito, reconociendo que su pecado ha traído mucho sufrimiento sobre sus cabezas: “Y ellos sentirán vergüenza de toda su rebelión con que prevaricaron contra Mí, cuando habiten en su tierra con seguridad, y no haya quien los espante” Gog y Magog quedan en el lejano futuro. Ahora Israel va a vivir en paz, seguridad y humildad.