EL CUMPLIMIENTO DE PROFECÍA

“Yo el Señor he hablado, y Yo lo haré” (Ez. 36:36).

¡Es enfático! El Señor ha hablado. ¡Él lo hará! Estos capítulos de Ezequiel (36-43) que estamos considerando, son fascinantes, todo un descubrimiento. Aquí tenemos el evangelio del Nuevo Testamento y el libro de Apocalipsis. Lo que Dios promete, lo cumple en una escala mucho mayor de lo que pensábamos a la primera vista. Una gran parte de toda profecía tiene un cumplimiento triple: (1) en el futuro inmediato se cumplió en Israel; (2) en Cristo, en su primera venida (y en nosotros en Él); (3) y en la eternidad, cuando Cristo haya vuelto. Veamos.

Ez. 36:24-28: Salvación. Aquí tenemos pecado, juicio, conversión, perdón, limpieza, un nuevo corazón, regeneración en el Espíritu Santo, obediencia a Dios y una vida fructífera. Cumplimiento: (1) Israel fue salvo, volvió de la cautividad; (2) Cristo vino a salvar y en Él somos salvos de nuestros pecados; (3) Cristo volverá otra vez y seremos salvos y perfeccionados para toda la eternidad. Todo es cumplimiento de esta profecía.

Ez. 37:1-14: Resurrección. Ezequiel profetiza a los huesos secos. (1) Israel resucitó, es decir, volvió a ser nación. (2) Cristo resucitó y nosotros hemos resucitados a una nueva vida en Él. (3) Habrá una resurrección final.

Ez. 37:15-28. Unificación bajo el rey David. (1) David no volvió. Israel nunca fue reunido en términos de una unión política entre el reino del norte y el reino del ser. Los del norte que querían vivir según la Ley y adorar en el Templo de Jerusalén emigraron al sur, y este es el remanente del norte que sobrevivió. (2) Jesús es el cumplimiento de David, Pastor y Rey, vino como Rey e Israel le rechazó. Ahora es el Rey de todos los judíos y gentiles que le siguen; estamos unidos en Él. (3) Volverá como Rey de todo un pueblo unido compuesto de los creyentes de todo el mundo y reinará eternamente.

Ez. 38, 39. Destrucción del enemigo. (1) Esta profecía sobre Gog y Magog nunca se cumplió en aquellos tiempos. (2) Tiene su cumplimiento en Cristo que derrotó y venció los enemigos espirituales: Satanás y todas las fuerzas del mal. Nosotros tenemos la victoria en Él. (3) Cuando vuelva, Satanás y todo el mal y todos sus seguidores serán destruidos eternamente.

Ez. 40-42. El Templo. (1) El segundo Templo fue reedificado en tiempos de Zorobabel y Jesúa, después hubo un tercero, el Templo de Herodes, que estuvo en tiempos de Jesús. (2) Jesús limpió el Templo no para reformar el judaísmo, sino como acto profético de que el Templo ya estaba obsoleto, porque Él es la personificación del Templo, es Dios en carne mortal. Su cuerpo es el Templo, y el nuestro también lo es. Todos los creyentes juntos somos Templo de Dios, la morada de Dios en la tierra. (3) Cuando estemos con Dios eternamente, no habrá templo. Él morará con su pueblo redimido y viviremos para siempre en la gloria de la presencia de Dios.

Ez. 43:1-7. La presencia de Dios. (1) Dios volvió a habitar el Lugar Santísimo del Templo de Jerusalén cuando fue reconstruido. (2) Jesús es la presencia de Dios, es “Dios con nosotros”. Cuando Jesús murió Dios rasgó en dos el velo del Lugar Santísimo abriendo la puerta a su presencia a todo creyente, judío y gentil, hombre y mujer, sacerdote y laico. Ahora cada creyente es sacerdote del Dios Altísimo. Le serviremos como tales en la gloria de su presencia eternamente.