POR AMOR A SU NOMBRE

“Pero Yo me compadecí a causa de mi santo Nombre, el cual profanaron los de la casa de Israel entre las naciones adonde fueron. Por tanto, di a la casa de Israel: Así dice Adonay Yahvé: No por vosotros hago esto, o casa de Israel, sino por causa de mi santo Nombre, el cual vosotros profanasteis entre las naciones adonde habéis llegado. Y Yo santificaré mi gran Nombre, que fue profanado entre las naciones… Y las naciones sabrán que Yo soy Yahvé, dice Adonay Yahvé cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos” (Ez. 36:21-23).

Toda la obra de salvación que Dios realiza, obra que se describe detalladamente en los versículos siguientes, es hecha por amor a su Nombre. No tiene nada que ver con el mérito de Israel, al contrario, es su maravillosa gracia derramada sobre aquel que no lo merece en absoluto.

Cuando Dios se mueve por amor a su Nombre esto nos descarga de toda preocupación y duda en cuanto a la realización de su objetivo. Es seguro que llevará a cabo lo que ha pretendido, porque no depende para nada de nosotros. Los designios de Dios no dependen de débiles seres humanos. Esto no nos exime de nuestra responsabilidad; tendremos que dar cuentas a Dios por haber cumplido con nuestra parte o no, y sufrir las consecuencias, pero es absolutamente seguro que Dios hará su parte.
Dios se mueve en este mundo por amor a su Nombre. Lo defiende, y lo da a conocer, para que las naciones le conozcan. Él hace justicia, juzga, corrige, frena el pecado, y defiende su propia reputación.
A veces pensamos que todo depende de nosotros. Pensamos que las cosas no se han hecho porque no hemos orado lo suficiente, porque no somos dignos, o porque hemos pecado mucho en el pasado y Dios ya no nos escuchará ahora, o, peor aún, pensamos que no somos muy importantes para Dios. Esto pone una gran losa sobre nuestros hombros y nos desanima.

Pero yo no soy el centro del universo. Todo no depende de mí, ni se hace por amor a mí, sino por amor al Señor nuestro Dios. Y esto es justo, porque Dios es perfecto y bienintencionado en todos sus caminos. Lo que Él propone es para bien, y este bien lleva a la glorificación de su Santo Nombre, porque todas sus obras están hechas con rectitud y justicia: “Pues recta es la palabra de Yahvé, y toda su obra es con fidelidad. El ama la rectitud y la justicia. ¡Tiemblen delante de Él todos los habitantes del mundo! Porque Él dijo y se hizo, Él ordenó y se cumplió. Yahvé hace nulo el consejo de las naciones, y frustra los planes de los pueblos. El consejo de Yahvé permanece para siempre” (Salmo 33:4, 5, 8-11).

Qué bueno es saber que Dios se ocupará de mí, no porque lo merezco, sino por amor a Sí mismo: “Por amor de tu Nombre me guiarás y me encaminarás” (Salmo 31:3). Sigo orando, por supuesto, pero lo hago confiado en que, al final de cuentas, Dios se ocupará de mí y de los demás, por amor a su Nombre, no al mío. Entonces, es segurísimo que Dios me cuidará, y es seguro que hará su obra en los demás, porque no depende en absoluto de mí, sino de Él. “Me guiará por sendas de justicia por amor de su Nombre” (Salmo 23:3). ¡Qué alivio y qué bendición!