“Cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo” (Ef. 5:33).
“Que (las ancianas) enseñan a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos” (Tito 2: 4).
Ester Martínez, psicóloga cristiana, comenta en su excelente artículo en la revista Caminemos Juntas, artículo que nos lleva a la reflexión, que hay dos clases de amor necesarios en el matrimonio para que vaya bien, una clase que cuesta más a la mujer, y otra que le cuesta más al hombre. Son el amor fileo y el amor ágape.
Cuando Pablo dice a los hombres que amen la sus esposas, usa la palabra “ágape”, que significa el amor sacrificial: “Maridos, amad a vuestras mujeres” (Ef. 5:25). El deseo físico no le cuesta al hombre. Le viene por instinto. El desea naturalmente a su mujer. La parte que le cuesta es sacrificarse por ella. Su tendencia es ser egoísta, vivir por sí mismo, dedicarse a sus intereses, no querer ser molestado. Amor “ágape” significa que ame a su mujer como a sí mismo, y que esté dispuesto a poner su vida por ella (Ef. 5: 25). El ejemplo que el apóstol da es el de Cristo, el de un hombre, que puso su vida sacrificialmente por su amada, la iglesia: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como sus mismos cuerpos, que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia” (Ef. 5:28, 29).
En cuanto a la esposa, el apóstol en este pasaje le dice que respeta a su marido: “Cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (5:33). Lo que la mujer más necesita es ser amada sacrificialmente, que su marido esté por ella, y lo que el hombre necesita es ser respetado. La mujer que menosprecia a su marido, que se rebela contra él, que le critica, es la mujer que destruye su propia casa. “La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba” (Prov. 14:1).
En su carta a Tito, Pablo da otra instrucción a la mujer: “Que enseñan a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos” (Tito 2: 4). Aquí está usando otra palabra para el amor: “fileo”. La mujer por naturaleza ya ama a su marido y a sus hijos sacrificialmente con amor “ágape”. No hay nada que no haría por ellos. Está pendiente de su familia en todo momento. Limpia, plancha, se levanta de noche para atender a los niños, pero lo que le cuesta es lo que pide el apóstol: el amor fileo, es decir, que ame a su marido con amor amistoso, con emoción fraternal, que le quiera. Esto significa que tiene que cultivar amistad con él, desear estar con él y quererle. Esta es la parte que le cuesta a la mujer. No le viene naturalmente, pero es necesario. Citando a Ester Martínez: “No es suficiente que la esposa se quede sólo con el amor que se manifiesta en acciones, en sacrificio, en cuidados… porque si pierde el sentido de amistad, el deseo y el compañerismo, entonces una parte muy importante de la relación se habrá quedado rota por el camino”.
Un matrimonio en que el hombre ame a su esposa con amor ágape y la esposa ame a su marido con amor fileo, amistad y cariño, es un matrimonio feliz.