DIOS MISMO COMO PASTOR

“Porque así dice Adonay Yahvé: He aquí yo mismo buscaré a mis ovejas y las reconoceré. Como el pastor reconoce su rebaño el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas en día nublado y de oscuridad” (Ez. 34:11, 12).

Este hermoso capitulo tiene una visión completa de la obra de Dios entre su pueblo:

1. Una acusación contra los pastores malos (v. 1-6).

2. Los releva de sus responsabilidades. Los quita de en medio (v. 7-10).

3. Él hará lo que deberían de haber hecho ellos. Él será su pastor (v. 11-16).

4. Juzgará entre oveja y oveja (v. 17-22).

5. Buscará a un Perfecto Pastor (v. 23-24).

6. Proveerá condiciones óptimas para las ovejas (v. 25-29).

7. Serán su pueblo y Él será su Dios (v. 30-31).

Está contemplada toda la historia de Israel desde su entrada en la tierra prometida de este mundo hasta su entrada en la Tierra Prometida por excelencia para siempre.

Hoy nos toca contemplar a Dios como Pastor. La historia de Israel hasta ahora, en grandes rasgos, ha sido la de un pueblo rebelde con pastores deficientes, con notables excepciones. Dios ha tenido que disciplinarles, enviarles al exilio, y ahora promete hacerles volver a su tierra: “Las sacaré de entre los pueblos, las reuniré de la naciones y las traeré a su propia tierra, y las apacentaré en los montes de Israel, por las riberas, y en todos los lugares habitados del país” (v. 13). ¡Qué buena notica para los israelitas de la cautividad! Dios les va a restaurar. No van a desaparecer como nación, esparcidos entre los pueblos donde han sido deportados, sino que volverán a su tierra. Este mensaje les habrá infundado esperanza. Todavía había futuro para ellos.

Bajo el pastoreo de Dios estarán felices: “Las apacentaré en buenos pastizales, y en los altos montes de Israel estará su aprisco. Allí dormirán en buen redil, y serán apacentadas en pastizales suculentos sobre los montes de Israel” (v. 14). Es un cuadro idílico. El corazón de Dios anhela el bien de su pueblo. Se regocija en su felicidad. Cuando ellos están bien, Él está contento. Es un buen Pastor. Se recrea viendo sus ovejitas descansando en delicados pastos, junto a aguas de reposo. ¡Dios habrá leído el Salmo 23! ¡Le encanta, porque le representa tal como es! “Yo apacentaré mi rebaño, y Yo lo haré sestear, dice Adonay Yahvé” (v. 15). “Él es mi Pastor, nada me faltará”.

Y Dios hará lo que tenían que haber hecho los pastores humanos. Su acusación contra ellos es: “No fortalecisteis las débiles, no curasteis la enferma, ni vendasteis la perniquebrada, no volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida” (v. 4). Y esto es justamente lo que Dios dice que Él va hacer: “Yo buscaré la perdida, y haré volver a la descarriada, vendaré la perniquebrada y fortaleceré la débil” (v.16). Conoce sus ovejas, una por una. Sabe cómo es cada una y las atiende individualmente a cada una según su necesidad. ¡Este es el Dios que tenemos! Ha hecho todo lo posible para nuestro bien. Se ha desvivido para salvarnos. Su corazón está unido al nuestro. Ve de qué pie cojeamos y la vende, y entonces, cuando podemos andar bien, brincaremos en sus pastos y beberemos contentos de las aguas reposadas, felices en su cuidado, y Él en nuestro bien. ¡Cómo no debemos parar y bendecir su santo Nombre!