REYES: ¿JESÚS O CESAR? (2)

“Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César: todo el que se hace rey, a César se opone… Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César” (Juan 19:12, 14, 15, 16).

            “Cuando Jesús nació en Belén vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos?” Esto fue al principio del evangelio. Unos extranjeros habían hecho un viaje de meses para encontrar al Rey de los judíos, y ahora, unos años más tarde, su propia nación le rechazó rotundamente. No solamente le rechazaron como su rey, quisieron que fuese eliminado del todo. El pueblo que había esperado siglos por su Mesías lo tenía delante, y no quiso que fuese su Rey. Dijeron que no tenían más rey que Cesar. Y con estas palabras sus gobernantes proclamaban a Israel un estado secular, rechazaban la fe de sus padres, al Dios de sus padres y la salvación que esperaban sus padres. Ahora son leales a Cesar, no pretenden la independencia; se contentan con ser gobernados por un poder extranjero y se proclaman leales al opresor.

            ¿Quiénes son los que gritan más fuerte en contra de su auténtico Rey? Los principales sacerdotes. Eran los que conocían las Escrituras, los que enseñaban al pueblo la Palabra de Dios, sus guías religiosas. “Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César”. Estas palabras nos dan escalofríos. Sueñan en nuestros oídos con una nota malévola, nefasta, satánica. Introducen definitivamente el reino de la oscuridad.  

            Hoy día la elección es parecida: ¿César o Jesús?  César representa los poderes políticos que gobiernan nuestro país, no los gobernantes, sino su mentalidad, sus ideas acerca de lo que es políticamente correcto, su manera de vivir, sus valores, su sistema. Uno no puede ser de Jesús y de César, porque si uno se pone de parte de Jesús, en un momento u otro chocará con la política y con lo políticamente correcto. Si nuestro país un día pierde la libertad religiosa, la elección será muy clara: “César” o la persecución. Esta es la elección que tienen que hacer muchos de nuestros hermanos en otros países. Pensamos que nunca podría pasar a nosotros, pero no es tan seguro. Posiblemente un sector de la iglesia evangélica se pondrá de parte de la política, y la iglesia de dividirá sobre esta misma cuestión.

            Los apóstoles tuvieron estas dos opción: o bien lealtad al las autoridades religiosas y civiles, que se unieron en contra del evangelio, o lealtad a Jesús. Notemos a los que persiguieron a los apóstoles, sus líderes religiosas: “Se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas y el sumo sacerdote Anás, y Caifás…” (Hechos 4:5, 6) y les prohibieron hablar de Jesús. Pedro y Juan lo dijo bien claro: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios” (v. 19). Y nosotros, en este día de Reyes, reiteramos nuestra decisión de lealtad a nuestro Rey, por encima de todos los poderes y autoridades religiosas y civiles, y nuestra disposición de pagar el precio que sea para no negarle.