EL ESPÍRITU SANTO EN EL TABERNÁCULO (3)

“Si la sangre de los machos cabríos… santificaba, ¡cuánto más la sangre de Mesías, quien mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios, limpiará nuestras consciencias de la obras muertas para servir al Dios vivo!” (Heb. 9:14).

El Tabernáculo es una revelación de la Trinidad. Era la morada de Dios, y todos los muebles representan a Cristo, e, igualmente, al Espíritu Santo. Toda la obra de Cristo está hecha mediante el Espíritu Santo. Veámoslo.

El Espíritu Santo es quien nos revela  a Cristo, la Puerta, el comienzo del Camino a Dios. Cuando estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, era el Espíritu Santo quien nos convenció de pecado para que viniésemos a Cristo: “Cuando él venga (el Consolador), convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). Como la estrella señaló con su luz cómo encontrar al niño Jesús, el Espíritu Santo nos ilumina la Persona y obra de Cristo para que seamos salvos. El Hijo de Dios fue hecho hombre por obra del Espíritu (Lu. 1:35), y así comienza la obra de salvación.

Descubrimos a Cristo, pasamos por la Puerta y acudimos a la cruz, confesando nuestro pecado. Cristo es la Victima, el Cordero de Dios, que muere enel altar de sacrificio, que es la cruz. El Espíritu Santo es el fuego del altar. Nuestro texto dice que Cristo,mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo”, para el perdón de nuestros pecados. Él nos convence de pecado y en Él Cristo se ofrece por nosotros.

Hemos nacido del Espíritu. Él es el lavacro de regeneración: “Nos salvó por el lavacro de regeneración” (Tito 3:5), es decir, hemos sido bautizados en el Espíritu Santo. “Si uno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él” (Rom. 8:9). “Él (Cristo)os bautizará en Espíritu Santo” (Mat. 3:11). Por la obra del Espíritu Santo hemos nacido de nuevo (Juan 1:12).

El Espíritu Santo nos ilumina la Palabra. Nos da luz para entenderla. La mesa de pan y el candelerosiempre trabajan juntos, el Espíritu y la Palabra. Él la inspiró (2 Pedro 1:21) y Él la da a entender: “La unción(del Espíritu) os enseña todas las cosas” (1 Juan 2:27). Jesús es la luz del mundo, el candelero y el combustible es el aceite, el Espíritu Santo. Al obedecer la Palabra tal como nos la ilumina el Espíritu, llevamos una vida de santidad en el Espíritu Santo.

Ahora el altar de incienso, la oración. El Espíritu Santo dirige nuestras oraciones: “Pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles,… conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Rom. 8:26, 27). Y así nuestras oraciones en el Espíritu suben ante el propiciatorio, elTrono de Dios, por medio del Espíritu, como olor agradable delante de Él. La aroma del altar de incienso perfuma el Trono de Dios. “Así que hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el Camino nuevo y vio que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne,…acerquemos, purificados (altar) los corazones y lavados los cuerpos (lavacro) con agua pura” (Heb. 10: 19-22). El Espíritu Santo es el ámbito de amor, gozo, paz que rodea el Trono de Dios; es la hermosura de la pureza de la humildad de Dios. El Trono de la Majestad en las alturas está ungido, iluminado e impregnado con la aroma de la santidad del bendito Espíritu de Dios.