“Sed humillados, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que os exalte a su tiempo” (1 Pedro 5:6).
El Señor tuvo la humildad para ir a la cruz para conseguir el reino, y tú tendrás que hacer lo mismo si quieres formar parte de su reino. Pues, es un reino de humildes.
Si Jesús es el más humilde del universo, ¿quién es el más orgulloso? Has contestado bien. El diablo Satanás. Lucifer. Su actitud sale en Is. 14, actitud que precipitó su ruina: “¡Cómo caíste del cielo, o Lucero, hijo de la mañana! Tú que decías en tu corazón: Subiré a los cielos, en lo alto, junto a las estrellas de Dios levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte. Sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante a ‘Elyón. ¡Ay, pero tú, derribado eres hasta el Seol, y lo profundo del abismo!”. Satanás buscó el lugar más alto para sí mismo. Quiso desbancar a Dios y colocarse a sí mismo en su lugar. Su caída fue causada por su tremendo orgullo. Vio su belleza y su autoridad y quiso tener más. Ideó un plan parecido para la destrucción del Hijo de Dios hecho hombre. Tentó a Jesús a esquivar la cruz; le prometió ponerle como rey sobre todas las naciones del mundo si le adorase. En lugar de acceder a sus planes para su grandeza, el Señor Jesús decidió que tomaría el lugar más bajo en obediencia al Padre. Fue el mismo Padre quien le exaltó, Él no se exaltó a sí mismo. El Padre no solo le concedió los reinos de este mundo, sino que le puso sobre cielos y tierra, y no por los años de una vida, sino para siempre.
Los que son como Satanás son los que van a por las glorias de este mundo motivados por su orgullo. El orgullo estaba detrás de la caída de Adán y Eva. El diablo les prometió que serían como Dios: “El día que comáis de este fruto, vuestros ojos serán abiertos y seréis como Dios” (Gen. 3:5). Pecaron y fueron humillados.
El orgullo humano toma muchas formas. Lo vemos hoy en nuestras iglesias en todos los “trepas” que hay. La gente busca poder y gloria. Busca reconocimiento, busca ocupar lugares de prominencia. Promocionan a sí mismos. Esto es el espíritu del diablo. Los discípulos también tuvieron esta actitud. Querían ocupar el lugar de más importancia en el reino de Cristo.
¿Eres orgulloso? La persona orgullosa es la que todo lo sabe. Nadie le puede enseñar nada. ¿Eres así? ¿No quieres aprender? ¿No quieres ser corregido? ¿Cómo reaccionas cuando eres corregido? ¿Atacas? ¿Insultas? ¿Te defiendas? ¿Cómo reaccionas cuando corrigen a tus hijos? ¿Con orgullo o con humildad? Cuando eres reprendido, ¿qué haces? ¿Buscas consejo, o estás por encima de ser aconsejado? Hay mucho orgullo en nosotros. ¿Qué tenemos que hacer con él? Llevarlo a la cruz. Allí tiene que morir. O bien vamos por el camino del orgullo, o bien por el de la humildad. ¿Cómo reaccionas cuando nadie se fija en ti? ¿Cuándo promocionan a otro y no a ti? ¿Cuándo no eres elegido? Todas estas cosas te muestran si eres orgulloso o humilde. El reino de Cristo es para los humildes. En la Navidad celebramos el Niño indefenso en el pesebre. ¿Te identificarás con Él ocupando el lugar más bajo para que Dios te exalte cuando fuere tiempo? Si dices que sí, Él habitará contigo, eternamente. El es el Alto y Sublime que habita con los humildes (Is. 57:15). Este es el Dios que Jesús reveló, empezando en el pesebre. Amén.