TU REPASO HISTÓRICO

“Aquel día les juré con la mano en alto sacarlos de Egipto y llevarlos a una tierra que Yo mismo les había escogido” (Ez. 20:6).

            Ayer vimos que Israel pasó por cuatro etapas: la estancia en Egipto y la liberación milagrosa de Dios; el peregrinaje por el desierto en dos fases, y la entrada en la Tierra Prometida hasta el periodo de los reyes. En cada etapa la prueba era la misma: si iban a mantenerse fieles al Señor. Y en cada etapa escogieron los ídolos y las prácticas abominables que acompañaban a la idolatría por encima de Dios. La idolatría les fascinaba. Su corazón realmente estaba en ella. Provocaron a Dios a ira, pero no les destruyó por amor a su Nombre, es decir, al testimonio de cómo Él es frente a las naciones. Pero llegó el tiempo cuando el no destruirlos habría dado una mala imagen de su santidad y justicia. En estos momentos están. Como diría Juan el Bautista: “Está puesta el hacha a la raíz de los árboles, de modo que todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego” (Mat. 3:10).

            ¿Cómo se aplica esto a nuestras vidas? Podemos dividirlas en cuatro etapas y hacernos unas cuantas preguntas al respeto: Cuando te convertiste, ¿dejaste la idolatría, oh sea, tus costumbres y prácticas de mundo? Forma parte de la conversión, pues, Dios les dijo: “Cada uno de vosotros arroje los fetiches que os encandilan, y no os contaminéis con los ídolos de Egipto. Yo Yahvé vuestro Dios. Pero se rebelaron contra Mí, y no quisieron oír, y ninguno desechó los fetiches que lo encandilaban.” (Ez. 20:7, 8). ¿Y tú? ¿Dejaste el tabaco, las borracheras, la discoteca, las palabrotas, el mal genio, el vestirse para seducir, las relaciones ilícitas, tus adicciones al móvil y al ordenador, el derroche del dinero, etc.? ¿O sigues provocando a Dios a ira con estas cosas?

            En tu primera etapa en el desierto “recibiste la ley”. ¿La ponías por obra, es decir, descubriste la maravilla de la Palabra de Dios y empezaste la vida de fe en el Espíritu? Israel no: “Desecharon mis decretos, no anduvieron en mis estatutos” (v. 16).

Y en tus años de creyente maduro, ¿anduviste en santidad? Israel no: “Yo soy Yahvé vuestro Dios. Andad en mis estatutos, guardad mis preceptos, y ponedlo por obra, pero se rebelaron contra Mí” (v. 19-21). ¿Llamaste la vida cristiana legalismo y elegiste una vida según tus ideas, porque la enseñanza bíblica es muy dura y no hay nadie perfecto? ¿Esto pensabas? Dios pregunta: “¿Les dí acaso estatutos no buenos y preceptos que no darían la vida?” (v. 25). Esto pensaban ellos.

Y luego en la última etapa, después de tener treinta o cincuenta años como creyente, ¿todavía andas en los pecados de tus años de inconverso? Si es así, no hay evidencia de conversión. ¿Dices: “Seamos como otras naciones, como las demás familias de la tierra”? (v. 32). ¿Eres una persona típica de tu generación? ¿Incluso te has apartado del Señor, pero te crees salvo porque hiciste una profesión de fe hace muchos años y fuiste bautizado? La confirmación de la elección es la perseverancia hasta el final. Ahora venía el día de juicio para Israel. Pronto caería bajo la espada de Nabucodonosor, pero esto no es nada en comparación del Gran Día de Juicio que se acerca. Nuestra confianza no es en “una oración” que hicimos hace 30 o 40 años, sino en la Cruz de Cristo, y en una relación auténtica que mantenemos con Él cada día que se evidencia en un amor cada vez mayor para Él y una vida de santidad en obediencia a su Palabra. Amén.