REPASO HISTORICO

“En el año séptimo, en el mes quinto… aconteció que algunos de los ancianos del Israel vinieron a consultar a Yahvé, y se sentaron delante de mí” (Ez. 20:1).

            Este discurso fue dado en el año 591, dos años después del llamado inicial del profeta y un año después de la visión del templo. Jerusalén todavía está en pie y hay un optimismo generalizado en el pueblo a efectos de que Dios va a intervenir para salvar la ciudad de sus enemigos, como había hecho tantas veces en el pasado. Vinieron, pues,  los ancianos de Israel a Ezequiel para que consultase a Dios a favor suyo, para que pudiesen llevar un mensaje de esperanza al pueblo de parte de Dios.

            ¿Qué diría Dios a esto ancianos que han infundido falsas esperanzas en un pueblo que está alejado de Él, cuyo optimismo se basa en la misericordia de Dios en el pasado? Les tiene que abrir los ojos a la realidad de cómo son, mensaje que no gusta a nadie que piensa que está bien cuando realmente está muy lejos de Dios, sobre todo cuando se trata del juicio que vendrá como consecuencia. La primera palabra de Dios es entonces: “¿Con que venís a consultarme? ¡Vivo Yo, que no me dejaré consultar por vosotros! ¡Júzgalos tú, hijo de hombre! ¡Júzgalos tú!” (v. 3, 4).

            Entonces Ezequiel les relata la historia de Israel. La divide en cuatro etapas, cada una empieza con la gracia de Dios, después sigue con la rebeldía del pueblo, la ira de Dios como consecuencia, y termina diciendo que Dios aplaza la destrucción por amor a su Nombre. Este patrón se repite cuarto veces, pero en la cuarta ya no dice que Dios aplaza la destrucción, sino que será inminente. Este es el esquema:

1.     Israel en Egipto (v. 5-7).

2.     Israel en el desierto, 1ª generación (v. 10-17).

3.     Israel en el desierto, 2ª generación (v. 18-26).

4.     La conquista de la tierra hasta el exilio (v. 27-31).

En cada etapa de su historia Dios ha intervenido con milagrosa gracia: en salvarles de Egipto, en darles su ley y proveer para ellos en el desierto, y en concederles la victoria sobre los cananeos, y en cada etapa ellos le han provocado a ira por su rebeldía. Los ancianos del pueblo conocen bien su historia, ¡pero la habrían contado con otros énfasis! Cuando Ezequiel está a punto de terminar la cuarta etapa que llega al presente, ellos esperan oír que una vez más Dios va a salvar a su pueblo, pero el final no es lo que esperan. Reconocen que sus antepasados eran malos, y piensan que ellos están sufriendo el exilio ahora por su causa cuando Dios les dice:“Vosotros os contamináis igual que vuestros padres, y seguís fornicando con sus fetiches detestables, y presentáis vuestras ofrendas haciendo pasar a vuestros hijos por el fuego, y hasta hoy os seguís contaminando con todos vuestros ídolos, ¿y he de ser Yo consultado por vosotros, oh casa de Israel? ¡Vivo yo, dice Adonay Yahvé, que no me dejaré consultar!” (v. 30, 31).  

¡Estaban tan cegados que pensaban que iban a aplacer la ira de Dios con el sacrificio de sus hijos! Hasta este punto desconocían al Dios en el cual profesaban tener fe. Ya estaban en el exilio, sufriendo bajo su ira. Era demasiado tarde para aplacarla. Dios les había salvado las veces anteriores por amor a su Nombre; esta vez iba a verter su furia sobre ellos por el mismo motivo, para dar a conocer a las naciones su justicia. Por este mismo motivo Dios sigue disciplinando a su pueblo en el día de hoy.