“Cuando nació Jesús en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos?” (Mat. 2:1, 2).
Esta es una pregunta clave para todo hombre:¿Dónde está el rey de los judíos”; en este caso fue la que hicieron los magos, que fueron al palacio de Herodes buscando al recién nacido Rey. El palacio es el lugar lógico donde buscar a un nuevo rey, pero no estaba allí, ni había nacido allí, sino en un establo (Lu. 2:4-7). ¿Por qué? Porque era menester que naciese en pobreza, porque formaba parte del eterno consejo de Dios que su Hijo revelara la humildad de la Divinidad, porque así es la naturaleza de Dios. Es un Dios humilde. Esto va a ser la tesis de estas cuatro meditaciones: que la naturaleza de Jesús está compuesta de dos vertientes, es humilde y, a la vez glorioso, como su Padre.
Siglos antes, Dios había dicho: “Así dijo al Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados” (Is. 57:15). Dios es humilde y vive con los humildes, no con los orgullosos. “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5). Dios es Alto y Sublime y a la vez humilde, y busca la compañía de los humildes. Estamos hablando de los humildes de de espíritu, de los que se dan cuenta de su absoluta pobreza delante de la incontable riqueza de Dios. Dios es Santo y vive con santos; es humilde y vive con humildes. Y cuando Jesús vino a este mundo, vino en la condición más humilde.
Jesús es el glorioso Rey de Israel, y a la vez una persona humilde. El Antiguo Testamento revela las dos facetas de su persona: “Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh Puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová de los ejércitos, Él es el Rey de la gloria” (Salmo 24: 7-10). El Rey de la gloria es el que nació en el pesebre, no en el palacio de Herodes. El Dios hecho hombre hizo su gran entrada en este mundo en un establo con los animales y fue recibido por pastores humildes, ¡y Dios estaba contento! Mandó a Su gente a ir a verle.
Mucho más tarde llegarían los magos, guiados por la gloriosa estrella, para presentar sus regalos de oro, incienso y mirra, reconociendo su divinidad, majestad, y humildad, pues el mirra ungiría a su cuerpo que quedaría tan desfigurado que ni parecería humano: “Así sería desfigurada su apariencia, más que la de cualquier hombre, y aspecto, más que el de los hijos del hombre” (Is. 52:14). Llegó a decir: “Mas yo soy gusano y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo” (Salmo 22:6). “He aquí el hombre”, ocupando el lugar más bajo, el glorioso Rey de Israel que nació en un pesebre ahora iba a ser el desecho de la humanidad. Una milagrosa estrella alumbró la noche de su nacimiento, y una oscuridad abismal convirtió el día en noche cuando murió en total humildad, el Dios de la gloria.