“Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová he designado para que sea príncipe sobre su pueblo por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó” (1Samuel 13:14). “Quitando éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, corazón conforme a mi corazón, que hará todo lo que yo quiero”(Hechos 13:22).
¿Qué busca Dios? Sin duda, busca a hijos obedientes, pero hay más. En primer lugar no busca personas que lo hagan todo bien, que tomen las decisiones correctas, que vivan una vida exitosa, que sean perfectos. Lo que más quiere no son creyentes que le sirvan con todo su tiempo y fuerza, sino personas que tengan un corazón conforme al suyo. ¿Cómo es el corazón de Dios? Amante, tierno, cariñoso, receptivo, humilde, paciente, confiado, valiente, misericordioso, y bueno. Hay pastores en la obra que son rectos y honestos, trabajadores y consagrados, conocedores de la Palabra y buenos maestros, pero que tiene un corazón de hierro. Son exigentes, duros, rígidos, enjuiciadores, estrictos y severos, y apalean a las ovejas. Éstos no tienen un corazón conforme al de Dios. Hay otros que son permisivos, débiles, cobardes, y apagados. Éstos tampoco.
David no era perfecto, pero tenía un corazón como el de Dios, y esto es lo que Dios valora. Estuve hablando con una hermana desanimada porque había cometido unos errores garrafales en el pasado y creía que Dios nunca estaría contento con ella. Se sentía indigna para servirle e indigna como creyente. Resulta que esta hermana tiene un corazón hermoso: ama a la gente, ama al Señor con pasión, y está cargada de dones. Esta es la acusación del enemigo para que no levantemos cabeza y no hagamos nada. Así nos tiene fuera de servicio.
David tenía una relación con Dios de corazón a corazón. Le amaba con pasión. Los salmos evidencian su rica vida de oración, en que David se abre honestamente delante de Dios y le muestra lo que está sintiendo. Él compartía sus sentimientos con el Señor, no los escondía. Si estaba triste, si tenía miedo, él tomaba coraje de Dios. Si estaba perplejo, se lo decía y preguntaba al Señor lo que no entendía. Si se encontraba en peligro, Dios era su escudo y su fortaleza y se escondía en Él. Si estaba desesperanzado, también lo decía, pero no se quedaba allí, su corazón tomaba aliento del Señor. Tenía una fe enorme en Dios y creía que Dios todo podía. Era humilde, siempre consciente de que no era nadie y que Dios le había escogido para ser príncipe de su pueblo. Aprendió de sus errores, se arrepentía cuando era confrontado con su pecado. Hizo proezas para el Señor. Le consultaba. Iba a la guerra contra el enemigo con valor y valentía, si sabía que Dios iría con su ejército. David peleaba las batallas del Señor. Tenía celo para su Nombre. Buscaba su voluntad y la obedecía. Le temía. Vivía delante de Dios en humildad. Era un guerrero y un adorador. Tenía las dos cosas, fuerza y reverencia. Los salmos están llenos de su alabanza, gratitud, adoración, dedicación, entrega y entusiasmo para el Señor. Tenía a Dios como grande, potente, invencible, santo, majestoso, sabio, brillante, el Dios de los ejércitos celestiales, grande en batalla, y majestuoso en su glorioso trono celestial. ¡Y David era un rey guerrero, como Él! Le admiraba y le amaba de todo corazón.
Algunos menosprecian a David por sus pecados. Siempre que hablen de David, tienen que mencionar estas caídas, y como ellos no han caído en los mismos pecados, casi se tienen por mejores creyentes que él. Esto es no entender la condición humana, ni su propio corazón, ni el evangelio. Jesús vino para salvar a pecadores. Sabe cómo somos, no espera perfección, pero sí desea nuestro corazón, y cuanto más parecido al Suyo, mejor. Dios no busca perfección en nosotros, busca a gente que tiene un corazón según el Suyo.