“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, tú habitas en medio de casa rebelde, los cuales tienen ojos para ver y no ven, tienen oídos para oír y no oyen porque son casa rebelde” (Ez. 12:1, 2).
Para Ezequiel esta no es ninguna novedad. Ya sabe que vive en medio de gente rebelde, pero le va muy bien saber que Dios es consciente de su situación. Dios ve cuánto le cuesta luchar contra la rebeldía todos los días. Es cansino hablar a sordos y hacer representaciones para ciegos. Es frustrante. Desanima. Te sientes impotente.
Dios sabe con qué tú tienes que vivir. Lo ve más que tú. Te ha puesto en esta situación. Toda la sociedad nuestra es sorda y ciega. Y si la tienes en casa, más difícil aún. Puedes llegar a un punto en que lo ves normal, pero Dios te recuerda que son ciegos y sordos. No es nada normal. Por mucho que hables, no te van a oír, y por muchos milagros, o señales o respuestas a la oración que haya, no lo van a ver.
Cuando Dios dice: “tú habitas en medio decasa rebelde, los cuales tienen ojos para ver y no ven, tienen oídos para oír y no oye porque son casa rebelde”, no es una redundancia, es la explicación del por qué no ven ni oyen. Es porque son rebeldes. No han nacido ciegos; no tienen una insuficiencia de inteligencia; no ignoran la verdad; no es por falta de haber sido enseñados; no les falta información, ni evidencia. Su problema estriba del corazón, no de la mente. Es una sordera y una ceguera culpables. Son sordos y ciegos porque no quieren ver ni oír. No les interesa. Han endurecido sus corazones.
Tú puedes explicar las cosas. Dios obra en respuesta a la oración, pero no lo ven. La mente es condicionada por el corazón. Lo que para ti es evidente, para ellos no lo es. No entienden. Si son rebeldes, todos los sermones del mundo no les darán entendimiento. Lo que necesitan es un nuevo corazón.
Jesús era muy consciente de esto cuando hablaba. A las multitudes dijo: “El que tiene oídos para oír, oiga” (Lu 8.8). A los discípulos dijo: “¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aun tenéis endurecido vuestrocorazón? ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?” (Mr. 8:17, 18). El apóstol Pablo comenta esta situación con referencia a Israel: “¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos; como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy” (Romanos 11:7, 8).
Solo Dios puede dar un nuevo corazón. Cuando lo hace, es un milagro de su gracia al que no merece nada. Esta es una obra que solo Dios puede hacer. A la rebelde casa de Israel Dios les dice: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu” (Ez. 36:26, 27) ¡Esta es la mejor noticia que puede oír un mundo sordo!
Y nosotros pedimos: “Hazlo, Señor, por amor a tu santo Nombre”.