LOS VALORES DE LA MUJER CRISTIANA (19)

“Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? (1 Cor. 7:16).

Querida hermana,

¿Estás con dificultades en tu matrimonio? ¿Tú marido no es la clase de persona que quieres que sea? Deja de luchar para cambiarle. No le abandones (1 Cor. 7:13). No le prediques. Que sea “ganado sin palabra por la conducta” tuya, “casta y respetuosa” (1 Pedro 3:1-2). Dale la libertad para vivir la vida que él elija vivir, y tú, dedícate a ser hermosa para el Señor (1 Pedro 3:3, 4). Conténtate en el Señor. Pon en práctica todo lo que el Señor nos ha dado en estos estudios sobre la mujer, y tú cambiarás y él también cambiará como consecuencia. Como dice el apóstol Pablo,“¿Que sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido?” (1 Cor. 7:16). Así es cómo se salva el matrimonio. Los mismos principios son ciertos si el marido ya es creyente. En el Día Final tú solo darás cuentas por tu vida. Él las dará por la suya. Déjale libre delante de Dios. Cuando la mujer es mujer según el modelo de Dios, es atractiva para el marido. Cuando ella es respetuosa y agradecida, cuando controla su lengua y es buena madre y cariñosa esposa, el matrimonio tiene lo que necesita para funcionar.

            Mi marido cuenta la historia de una mujer que vamos a llamar Begonia que era pastora, y el marido era una de sus ovejas. Estaba casada con un hombre muy macho, que trabajaba como mecánico. Ella era delicada y dulce. Mi marido fue invitado a su casa para comer. Antes de empezar, Begonia le dijo, “Pastor David, ¿quiere usted presentarnos delante del trono de la gracia para dar gracias al Señor por estos alimentos?”.  Como pastora, ella tenía autoridad sobre su marido, especialmente en las cosas espirituales, como dar gracias por la comida. Mi marido se sentía muy cortado. Dentro de sí estaba pensando: “Si tu marido me lo pide, lo hago con mucho gusto”, pero como acaba de conocerles, no lo veía apropiado, y accedió a orar.

Como ella era pastora y mi marido pastor, su marido estaba al margen. La visita tuvo lugar mayormente entre los dos pastores. Fue una situación incómoda para mi marido. Durante su estancia en aquel país mi marido llegó a apreciar y valorar a aquel hombre quien le servía de escolta. Le acompañaba para protegerle, cosa que se solía hacer en estas ocasiones.

Con el paso del tiempo supimos que aquel matrimonio terminó en divorcio. Era previsible. Da tristeza pensarlo. Mucha pena. Ella estaba muy lejos de lo que Dios pide de la mujer; ostentaba una autoridad que ni iba con su personalidad como mujer delicada y sensible. Si hubiese sido más “masculina”, le habría sido más fácil, pero entonces el matrimonio no habría funcionado tampoco.  

Poniendo en práctica los principios bíblicos sobre el carácter y los roles de hombre y mujer, muchos matrimonios tienen solución. Es costoso cambiar, requiere tiempo, pero es posible. Y los resultados son muy gratificantes. Si tu marido no quiere cambiar, cambia tú, hermana, y el Señor será para ti más de lo que jamás puedes imaginar.