LOS VALORES DE LA MUJER CRISTIANA (12)

“Tengo, pues esto por bueno a causa de la necesidad que apremia, que hará bien el hombre en quedase como está ¿Estás ligado a mujer? No procures soltarte. ¿Estás libre de mujer? No procures casarte” (1 Cor. 7:26, 27).

Continuamos con lo que el apóstol dice acerca del valor de la soltería. Para el mundo, la persona que no se casa, o no tiene pareja, no es completa, pero para la mentalidad cristiana, no casarse para dedicarse al Señor es una elección admirable. El apóstol pone más valor en ello que en el matrimonio: “La doncella tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser santa así en cuerpo como en espíritu; pero la casada tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. Esto lo digo… para que sin impedimento os acerquéis al Señor” (v. 34-35). Vivimos para el Señor, si estamos casados o solteros: “Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sea como si no la tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen, y los que se alegran, como si no se alegrasen, y los que compran, como si no poseyesen; y  los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa” (v. 29-31).  La idea es que si tenemos o no tenemos, si estamos felices o tristes, si estamos casados o solteros, somos del Señor, y lo importante es dedicarnos a Él, eliminando todos los obstáculos posibles. La vida es para estar cerca del Él, para orar, y para aprovechar al máximo el tiempo en servirle.

            Toda esta enseñanza choca fuertemente con la mentalidad de nuestra sociedad que pone un alto valor en el sexo, de la forma que sea, en disfrutar de la vida, en vivir para uno mismo, y no pone ningún valor en la santidad. Al contrario, se burla de ella. Si en generaciones pasados el tema del sexo era tabú, hoy día nos lo nos echen a la cara a todas horas. ¡Aun la mujer que da las noticias en la televisión se viste para seducir!  

¡El creyente es un fenómeno muy raro! Los del mundo no nos comprenden en absoluto. Les extrañan nuestra manera de vivir. No comparten nuestras prioridades. No valoran la relación con Dios, ni dedican tiempo para la oración, ni el servicio al Señor. No le ven, y creen que no existe. Y si creen en Él, piensan que asistir un culto religioso a la semana cubre el expediente y que el resto del tiempo es para vivir como uno quiere, gratificando sus deseos y apetitos carnales, sobre todo, los deseos sexuales. O bien ignoran lo que Dios estipula en su Palabra, o bien piensan que no hace falta cumplirlo, porque uno es salvo por la fe sin obras y, puesto que la salvación no se pierde, no importa si obedecemos las enseñanzas éticas de las Escrituras o no. Posiblemente han sido enseñados en sus iglesias que las enseñanzas del apóstol Pablo eran para su tiempo y no el nuestro. Lo que ignoran es que lo que él enseñaba es la voluntad de Dios, y Dios no cambia, y su voluntad tampoco, porque forma parte de su eternidad. En muchos casos no han sido enseñados que la fe conduce a una vida de santidad y servicio a Dios. Para el creyente que ama a Dios con todo su corazón, alma y cuerpo, esto es lo que más desea, el estar cerca del Señor, agradarle haciendo su voluntad y estar lleno de Él.

Cuando hablamos de los valores de la mujer cristiana, estamos hablando de lo que Dios valora, y esto no cambia.